Cuando al gran Stirling Moss le preguntan sobre con cuál de los coches que condujo en su vida deportiva se quedaría, el viejo lobo plateado siempre respondía que con el Ferguson P99 de 1961.
Mira que condujo autos maravillosos el londinense para querer quedarse con el P99, pero así es la vida, que te escoge ella a ti y no tú a ella, como hacen las buenas mascotas, esos amigos entrañables que pasando por pertenecerte son en el fondo quienes sujetan tu correa y te pasean en el día a día, para cuando abres los ojos por la mañana recibirte con lametones tibios como auroras celestes sobre la mismísima Venecia, y cuando decides cerrarlos por la noche, hacerse un ovillo a tu lado para que jamás te sientas solo.
El Ferguson y Stirling tienen su propia intrahistoria, que dirían lo finolis, que dicho sea de paso podría justificar tanto y tan extraño cariño, porque fue precisamente Moss quien calificó con él en el Gran Premio de Gran Bretaña de 1961 y dio los primeros giros para que la prueba la disputara definitivamente John Eric George Fairman, «Jack», con el dorsal 26. Silverstone rompió aguas durante la carrera y el P99, firme candidato a los primeros puestos ya que las condiciones le iban que ni al pelo, sufrió un incidente y entró a garajes, y a su salida fue empujado por los mecánicos, lo que supuso a la postre su descalificación inmediata...
Triste historia pero bella en el fondo porque el Ferguson es el primer vehículo de Fórmula 1 con tracción integral de nuestra historia reciente. Es cierto que anda por ahí el Cisitalia T360 de 1949, pero el Campeonato Mundial F1 todavía no estaba en activo (se estrenó en 1950) y además, el Cisi utilizaba su sistema total sin diferencial y se veía obligado a desactivarlo a las primeras de cambio por aquello de evitar males mayores, así que el P99 es el primer 4x4 de la máxima disciplina y por partida doble, por competir en una prueba oficial de F1 y por hacerlo con cuatro ruedas motrices.
Además, hay que recordar que en 1961 Cooper ya había mostrado a medio mundo las bondades del motor situado en posición central, ganando los mundiales de 1959 y 60, y que la práctica totalidad de la parrilla se había adecuado al nuevo rumbo que marcaban los tiempos, pero el Ferguson no. Montaba su Climax en el morro y desde allí repartía sus caballos de potencia a las cuatro ruedas obligando a un sutil desplazamiento lateral del cockpit en la carrocería pintada de azul Navy, con tal de que cupiera el árbol de transmisión.
Por qué le gustaba a Moss el P99 sobre máquinas como el W196 de Mercedes, por ejemplo, podría suponer un completo enigma si no dispusiéramos de suficiente cintura como para entender que entre conductor y coche ha existido siempre un vínculo imposible de describir, que sin embargo define un estado de cosas que son a la postre tal cual son porque se traza en la más tierna intimidad, desde el momento mismo en que el piloto coge el volante y manipula los pedales o el mando del cambio, para sentir algo que simplemente se nos escapa...
Os leo.
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