Alguersuari, Jaime

Hablo poco de Jaime, y reconozco que me pasa como cuando mi hijo sorteaba como podía el filo de la primera navaja que la vida le había puesto ante sí, que me volví mudo por simple instinto animal, porque el silencio, a veces, es infinitamente más elocuente que las palabras. Así las cosas, admito que tengo con el catalán un cierto reparo a meter la pata, un miedo con evidentes perfiles paternales, no sea que lo que vierta aquí se vuelva no ya contra mí, sino contra él, cosa que no querría porque éste, nuestro jovencísimo compatriota, curte su aprendizaje a bordo de un coche mediocre, y me gustaría que prosperase hasta llegar donde lo ha hecho Fernando, pongamos por caso, o incluso más lejos si puede, pero siempre amparado por una mayor fortuna.

No me convencería que terminase como Pedro, por ejemplo, con una carrera llena de trabajo y superación de problemas a sus espaldas, cuya auténtica dimensión no se comprende ni se puede explicar porque huele demasiado a derrota, aunque ya quisieran algunos haber mordido el polvo de la misma manera o parecida que lo ha hecho el barcelonés, que todavía puede granjearnos grandes momentos en Sauber después de haber sido el puntal de la segunda escudería del paddock, retaguardia de tres campeones del mundo a su paso por la de Woking (Alonso, Raikkonen y Hamilton), y que en pista, cuando le han dejado, ha demostrado saber resolver sus asuntos con una soltura que a todas luces le falta a buena parte de los pilotos que sazonan como pueden la parrilla.

Tampoco me gustaría que terminase como Marc, un tipo magnífico cuya función como probador de Ferrari ni siquiera se entiende en su auténtica dimensión, si acaso como un miserable premio de consolación a su contrastada calidad como piloto, y cuya gesta en Le Mans 2009 supone todavía una herida abierta en nuestra comprensión del deporte, y una muestra más de nuestra cicatería como colectivo de aficionados a esto, porque en otros lares lo tendrían como a un héroe.

Y siendo sincero, y a pesar de que podría parecer lo contrario, menos me encandilaría que pasase el calvario que ha tenido que sufrir Fernando, y que todavía sufre porque sus logros siempre se ven mediatizados y empañados por una feroz, incomprensible e irracional animadversión.

No, como para mi único vástago, quiero para Alguersuari un camino duro pero asequible, un horizonte ajeno a las envidias y a los peajes, un lugar que conquiste al amparo del reconocimiento, una trayectoria donde nunca quepan dudas ni dardos envenenados…

Por eso hablo poco de Jaime, y sospecho que es simplemente por protegerlo, como hice en su día con Josu.