Mucho mejor

Matemático, si hace tanto calor que decido ponerme pantalones cortos, comienza a llover. Estoy por irme con Fernando con mis calzones cortos en la maleta para ponérmelos cuando haga falta, que seguro que ante un imprevisto puedo servir de ayuda y nos evitamos malos tragos como los del sábado pasado, total, por cambiarme de pantalones que no quede. También puedo recurrir al palo de lluvia que me trajo Cata de París. Un par de vueltas agitándolo, y listo, ¡milagro meteorológico al canto!

Fuera de bromas, todavía estoy digiriendo la carrera de ayer. Mejor dicho, todavía estoy tratando de seguir disfrutando del buen sabor de boca que me dejó, de seguir paladeando el buen rollete que me produce saber que la MIR sigue danzando por ahí, buscando una trayectoria uniforme que la sitúe a la distancia correcta para que cuando la busque la encuentre, como si pudiese alcanzarla con la mano. Paco Rabanne (Francisco Rabanera) metió la pata hasta el zancarrón cuando profetizó que la estación espacial soviética caería sobre París firmando el fin del mundo. París, Cata, el palo de lluvia y la MIR… ya sabía yo que todo acabaría encajando.

En serio ahora. Vengo del blog de Charly y le he robado una foto y secuestrado un pensamiento meridiano. Niki, el malnacido de Niki Lauda, que habla cuando no debe y sigue conduciendo como los ángeles, se puso su gorra roja para guiar el coche de Fangio cuando Pedro y Lewis profanaban los santuarios que les tocaron en suerte, poniéndose sus habituales cascos.

La cosa puede parecer una tontería pero no lo es. Niki cambia cuando se sube a un monoplaza, y de cambiar hacerlo del todo, como decía aquél; y qué mejor que irse hasta 1955 a sentirse como el chueco, con la cara al aire, sorteando el viento mientras se conduce un pequeño fenómeno que hace algo más de medio siglo ya producía 300 caballos de potencia con apenas 2.500 c.c. de cubicaje.

El austriaco sabe lo que vale un peine. Puede ser una arista viva en cuanto le ponen un micrófono delante, pero se vuelve dulce, y soberbio a la vez, en cuanto posa su trasero sobre un asiento de monoplaza y sus manos cogen el volante. ¡Sabe, sí, sabe!

El W196 que condujo Fangio en Spa 1955 —en los dos años en que utilizó ese vehículo, sólo usó el dorsal número 10 en dos ocasiones: Spa y Silverstone, ambas de 1955, y en la prueba inglesa los números iban negro sobre blanco— voló el otro día sobre el remedo de circuito de Nürburgring conducido por un tipo con la cara quemada en el auténtico infierno verde, en un lejano 1976 que ha quedado grabado a fuego en el corazón de todos los aficionados. Niki, quién sabe si queriendo o sin querer (me inclino a pensar lo primero), prefirió rendir homenaje a la historia con el rostro herido y descubierto, coronado por su gorra roja, mientras la modernidad se emboscaba bajo los cascos sin los cuales parece no saber correr.

¿Autenticidad? Genio y figura, sí Charly, genio y figura, limpieza, cara al viento ante la adversidad, saberse grande cuando la vida te ha herido, homenaje limpio. La MIR buscando su trayectoria, y yo mirando, disfrutando y compartiendo su esfuerzo.

Nürburgring, Niki, el W196, Cata, el palo de lluvia, mis calzones cortos y la MIR… Me siento mucho mejor ¿os lo he dicho?