El tiempo se detuvo ayer tarde en Jerez. Lo de menos es que Fernando Alonso volara con un R27 de 2007 modificado (nuevo alerón delantero, ausencia de la centralita de control de tracción, y poco más) del que Fisichella dijo que sencillamente no tiraba, al que Kovalainen sacó astillas en su primer año de participación en F1, y al que Renault, con Briatore a la cabeza, dio por perdido tras la disputa del pasado G.P. de España en Montmeló.
Lo de menos, repito, es que con esa joya, que quedó a 6 décimas del F2007 el pasado diciembre (también en Jerez), Alonso se permitiera el lujo de mojarles la oreja al F2008 (estandarte de Ferrari para este año) y al flamante actual campeón del mundo, recortando las 6 décimas de diciembre y sacándoles nada menos que otras 2.
Lo importante, a mi modo de ver, es que a la luz de lo ocurrido ayer, la temporada pasada ha sido un poco como la película «El Orfanato»: donde nada era lo que parecía hasta que quedaban encajadas sus pocas piezas. Si en la cinta, que me dejó más frío que una merluza en la pescadería, sea dicho de paso, el ardid narrativo consistía en desviar constantemente la atención de una trama bastante simplona (con todos mis respetos), lo ocurrido en 2007 en el interior de la F1 ha venido a resultar lo mismo: mucho decorado físico y humano, y todo al servicio exclusivo de un sencillo truco por el que no merecía la pena haber pagado una entrada.
Ahora bien, Fernando no ha vuelto porque nunca se marchó. Es el mismo del año pasado, sólo que ahora parece tener detrás a un equipo que lo apoya. Mejor dicho, es hoy mejor que el año pasado, porque ha madurado, y porque tiene detrás a una escudería que sí quiere ganar los dos campeonatos (a la de Dennis le bastaba con uno), lo que a fin y a cuentas no va a cambiar nada de lo sucedido, ni mejorará la perspectiva del futuro inmediato:
Kimi seguirá siendo campeón mundial, al menos durante un año más; Ferrari seguirá quejándose de que McLaren le ha copiado, corriendo el riesgo de que si la de Woking no levanta el vuelo, a más de uno le surgirá la pregunta de ¿qué coño es lo que le ha copiado?; Fisichella seguirá siendo malote (como en 2006) por mucho hueco que se haya buscado en Force India, quitando de en medio a Roldán Rodríguez con la ayuda de un pastón (¡quién habrá sido el capullo que se lo ha dejado!); Hamilton seguirá preparando la nueva edición de sus memorias mientras lidera a su equipo…
Que el Nano, que hasta anteayer no contaba para sus directos competidores, diera ayer una patada en la puerta demostrando que de no haber sido por los idiotas de turno, a día de hoy sería el tricampeón de F1 más joven de la historia, y seguiría, sin dudarlo, cosechando más éxitos para McLaren, pone de relieve el enorme sinsentido que ha supuesto la temporada recién terminada. El asturiano, motivado, con un vehículo descatalogado de 2007, reventando los tiempos en Jerez tras dos meses sin haberse subido a un coche, es, precisamente, la pieza que faltaba para que entendiéramos la película.
Dicho esto, a partir de ahora sí que podemos comenzar a valorarla.
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