Da un poquito de pereza repetirlo, pero ahí va de nuevo: queda muy feo culpar al alonsismo de la situación el automovilismo deportivo en España, básicamente porque han ocurrido muchas más cosas.
Pasando de puntillas sobre el espinoso asunto de la caída global de audiencias, en nuestro país hemos dado el salto de un modelo de retransmisión en abierto a otro que consiste en pasar por caja. De la media docena de medios en los que se podía confiar hace una década, estamos en la actualidad en la era de las redes sociales, los influencers y el bendito clickbait. Ya no importa tanto la calidad de la información como llegar el primero a la exclusiva, al ya lo dije, al como avanzábamos el otro día.
En el camino, la profesión de periodista deportivo se ha convertido en una actividad de alto riesgo y los abrevaderos ingleses nos han mostrado que vienen a ser como los nuestros. La Fórmula 1 se ha vuelto más opaca y la silly season ha dejado de ser un fenómeno estacional para inundar de gossips todo lo largo y ancho de la temporada. A Charlie Whiting ya no le quedan más conejos en la chistera. La peña sabe ahora cómo cambia una carrera con un grado de más o de menos en la inclinación en un alerón o en la temperatura de una mantilla térmica, etcétera, etcétera, etcétera...
Se insiste en que se ha perdido una maravillosa oportunidad como quien va de acampada y pierde la tartera, en general, sin poner el cascabel al gato porque para cargar con el muerto ya está el alonsismo. El alonsismo trajo el mal y el alonsismo deja la tierra yerma, aunque prefiero preguntarme ¿qué coño ha hecho lo que no es alonsismo en todo este tiempo?
Mientras Liberty Media persevera en mejorar la experiencia desde casa, por ejemplo, los espesitos nos han aburrido hasta la extenuación con complejidades o distinguiendo entre buenos y malos aficionados, alabando y promoviendo a quienes pillaban la wi-fi en los circuitos y se podían codear o hacer selfies con determinados gurúes, y machacando a los que no han tenido la fortuna de pasar frío en una curva o no se lo han podido permitir, cuando a fin y a cuentas, con esto de la globalización, los contenidos que reciben unos y otros son similares, por no decir idénticos o incluso más completos si no mueves el culo del sofá.
Llevo advirtiendo de lo peligroso que resulta el fandom desde hace ni sé cuánto. Fernando ha aparcado su aventura en Fórmula 1 y el Marca no ha tenido mejor ocurrencia que publicar un estudio que se titula «El adiós de Alonso provocará un 40% menos de interés por la F1 en España», cuando lo que sucede es que los que han estado empeñados todos estos años en negar la mayor o mirar para otro lado, y, obviamente, en insistir en que el motorsport sólo se podía disfrutar de una determinada manera —muy exclusiva ella—, como el perro del hortelano, ni han hecho tejido ni lo han dejado hacer.
Pasando de puntillas sobre el espinoso asunto de la caída global de audiencias, en nuestro país hemos dado el salto de un modelo de retransmisión en abierto a otro que consiste en pasar por caja. De la media docena de medios en los que se podía confiar hace una década, estamos en la actualidad en la era de las redes sociales, los influencers y el bendito clickbait. Ya no importa tanto la calidad de la información como llegar el primero a la exclusiva, al ya lo dije, al como avanzábamos el otro día.
En el camino, la profesión de periodista deportivo se ha convertido en una actividad de alto riesgo y los abrevaderos ingleses nos han mostrado que vienen a ser como los nuestros. La Fórmula 1 se ha vuelto más opaca y la silly season ha dejado de ser un fenómeno estacional para inundar de gossips todo lo largo y ancho de la temporada. A Charlie Whiting ya no le quedan más conejos en la chistera. La peña sabe ahora cómo cambia una carrera con un grado de más o de menos en la inclinación en un alerón o en la temperatura de una mantilla térmica, etcétera, etcétera, etcétera...
Se insiste en que se ha perdido una maravillosa oportunidad como quien va de acampada y pierde la tartera, en general, sin poner el cascabel al gato porque para cargar con el muerto ya está el alonsismo. El alonsismo trajo el mal y el alonsismo deja la tierra yerma, aunque prefiero preguntarme ¿qué coño ha hecho lo que no es alonsismo en todo este tiempo?
Mientras Liberty Media persevera en mejorar la experiencia desde casa, por ejemplo, los espesitos nos han aburrido hasta la extenuación con complejidades o distinguiendo entre buenos y malos aficionados, alabando y promoviendo a quienes pillaban la wi-fi en los circuitos y se podían codear o hacer selfies con determinados gurúes, y machacando a los que no han tenido la fortuna de pasar frío en una curva o no se lo han podido permitir, cuando a fin y a cuentas, con esto de la globalización, los contenidos que reciben unos y otros son similares, por no decir idénticos o incluso más completos si no mueves el culo del sofá.
Llevo advirtiendo de lo peligroso que resulta el fandom desde hace ni sé cuánto. Fernando ha aparcado su aventura en Fórmula 1 y el Marca no ha tenido mejor ocurrencia que publicar un estudio que se titula «El adiós de Alonso provocará un 40% menos de interés por la F1 en España», cuando lo que sucede es que los que han estado empeñados todos estos años en negar la mayor o mirar para otro lado, y, obviamente, en insistir en que el motorsport sólo se podía disfrutar de una determinada manera —muy exclusiva ella—, como el perro del hortelano, ni han hecho tejido ni lo han dejado hacer.
El alonsismo bastante ha tenido con aguantar impertinencias o meadas fuera de tiesto del estilo: mejor para todos que el asturiano se vaya y se lleve a todos sus seguidores con él. La culpa es ahora de Lobato o de Alonso como podría ser del Maestro Armero. El caso es que el tiempo ha llegado y a lo peor soy el raro de la película, pero veo compañeros y compañeras interesándose por otras modalidades de automovilismo además de la Fórmula 1, y buscándose la vida para conectarse a ellas.
Es innegable que hemos disfrutado de un «efecto Alonso», como en Alemania e Italia se disfrutó del «efecto Schumacher», o en Gran Bretaña del «efecto Damon Hill» o en la actualidad del «efecto Hamilton», pero mientra unos lo hemos aprovechado en nuestro país para crecer juntos como aficionados, otros han preferido ganar seguidores en redes sociales o trabajo o hueco en medios, y ahora se encuentran con una mano delante y otra detrás, en pelota picada y al albur de los acontecimientos.
Es innegable que hemos disfrutado de un «efecto Alonso», como en Alemania e Italia se disfrutó del «efecto Schumacher», o en Gran Bretaña del «efecto Damon Hill» o en la actualidad del «efecto Hamilton», pero mientra unos lo hemos aprovechado en nuestro país para crecer juntos como aficionados, otros han preferido ganar seguidores en redes sociales o trabajo o hueco en medios, y ahora se encuentran con una mano delante y otra detrás, en pelota picada y al albur de los acontecimientos.
Así que no, no hagamos saco común del posible holocauto ni acusemos al alonsismo. Mejor que se fuera, se tenía que ir; pues mira: ya no está... Y es que a lo peor estamos descubriendo que nuestro bendito deporte precisa de reanimación asistida porque lo que no ha sido alonsismo tampoco ha hecho otra cosa salvo dar lecciones y poner palos en las ruedas.
Os leo.
2 comentarios:
Amen!!!
Por cierto, estoy viendo que este año Alonso es piloto de Toyota a efectos publicitarios, cosa que el año pasado no podia hacer. Ha sido la estrella de la presentacion del nuevo Supra en Detroit.
Que tontos estos japoneses, si en Estados Unidos no hay alonsistas ni los puede de haber :-D
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