Que no pare, por favor...

Empiezo a pensar que los días impares toca soltar globos sonda para pincharlos los pares. Lo de esta silly season es de nota, y por lo que se ve va para largo.

A pesar de que se había desmentido, hoy se reitera que la japonesa tenía algo con Sauber y el señor Vasseur, sustituto de Monisha y ex Renault, como amablemente nos recuerda Enrique en los comentarios a la entrada de ayer, en vez de estar preocupado por cosas serias y apremiantes, que la suiza rebosa de ellas, por cierto, quiere arreglar el tema Honda porque lo que ha escuchado que pasa en McLaren con la japonesa es aterrador (sic).

Esto mismo lo pillan Bertín Osborne y Arévalo y lo bordan, lástima que vaya totalmente en serio... Bueno, es jueves trece, día impar, no sé, a lo mejor queda en nada.

Hace eones escribí algo sobre lo peligroso que resultaba que la parrilla entera dependiese de tres fabricantes con equipo participante en el campeonato, y el roto que podía hacerles en el negocio que un intruso quisiese un trozito de tarta, y puesto que Brawn está empeñado en que aquí quepa más gente, lo dejo escrito hoy y así otro día os explico cómo siendo contrastado abogado de causas perdidas, le he cogido un cariño de la leche a la de Sakura por la sencilla razón de que los matones de patio que hacen bullying siempre me han cargado bastante.

Hecho el previo vamos a meternos en harina a cuenta del F1 Live London celebrado ayer, porque me voy de espacio y porque me temo mucho que Bernie estará sufriendo de urticaria a cuenta del temita.

Su negocio iba bien con él al frente, resultaba imprescindible, se lo decían los que jaleaban el traje invisible del Emperador hasta que aquel chiquillo se atrevió a descubrir el pastel, y el caso es que los de Liberty están interpretando a las mil maravillas el papel del zagalillo de marras.

Lo que antes de su llegada se enfocaba a los setentones que compran Rolex se ha convertido en un espectáculo que busca permearse con lo que le rodea sin perder por ello sus señas de indentidad. Está bien que sea así. En realidad, está fantástico.

Años recordando con añoranza que hubo un tiempo en que el público podía acercarse a los coches y los pilotos, ver cómo trabajaban los mecánicos, y la norteamericana se saca de la chistera un evento multitudinario en el cogollito de Londres que convierte los sueños de viejo aficionado en realidad.

Ruido, conductores, coches, alegría, gente y abundancia de cercanía. Y aquí está el quid de la cuestión, si me permitís decirlo. Lo exclusivo no tiene por qué estar encerrado en un armario, eso es de coleccionistas rancios y amarrategi. Un espectáculo, por exclusivo que sea, tiene que dejarse ver de vez en cuando, como las joyas y los trajes de diseño se dejan ver en las fiestas que luego salpican desde las páginas de papel couché a quienes esperan turno en la peluquería.

Producir envidia se llama a este fenómeno. La esencia de lo exclusivo es que produce mucha envidia cuando baja del pedestal y se roza con el vulgo.

Que no pare, por favor...

Os leo.