Con nuestra actitud como afición, Rafael Azcona tendría asegurada su actividad creativa para seis o siete edades consecutivas. Imaginad para cuántas películas daría eso...
Recuerdo que al comienzo de Belle Époque, de Trueba, dos guardias civiles encuentran al protagonista al atardecer y se lo llevan preso por desertor, pero ya de noche cerrada, el mayor de ellos decide soltarlo porque la República está al caer. Aquí entra el riojano en estado puro...
Dejad de leer y pillad la bendita película para visionar esa escena en bucle, es la primera. Hacedlo una y otra vez, porque en ese fragmento de tiempo se retrata nuestra alma, siempre dispuesta a sufrir arrebatos con consecuencias irreversibles.
Dejad de leer y pillad la bendita película para visionar esa escena en bucle, es la primera. Hacedlo una y otra vez, porque en ese fragmento de tiempo se retrata nuestra alma, siempre dispuesta a sufrir arrebatos con consecuencias irreversibles.
En fin. Ha sido que alguien acusara a alguien de «reglamentitis», dando como solución homeopática beber medio vaso de agua con unas gotas de disfruta por cojones y no te metas en tecnicismos, que a renglón seguido ha surgido un verdadero tsunami de opiniones en internet que apuntan hacia el mismo sitio.
Y ojito cuidao, que no estoy pidiendo a nadie que no se suicide como le venga en gana o deje de tomar narcóticos para tragar con el actual modelo de Fórmula 1.
Sólo digo que Azcona la clava cada vez que nos desnuda como colectivo para convertirnos en masa madre de sus guiones; cada vez que traza una fina línea de humor entre la reglamentitis de los cojones y eso de que Ferrari es fantastiche incluso en un año negro como 2016; cada vez que nos recuerda que para el común de los mortales es preferible volverse ciego, sufrir un arrebato o sumar puntos de drama por cualquier chorrada, antes que aceptar que criticar las cosas no significa no disfrutarlas.
Una última cuestión: cuando hayáis abusado un poco de la obra de Rafael Azcona, en Belle Époque, Plácido o La Grande Bouffe, por ejemplo, echad un vistazo a Leningrad Cowboys go America, es una película de gente de la tierra de Valtteri y Kimi que no tiene desperdicio...
Os leo.
Os confieso que no
tengo claro que el gregarismo no sea la causa de determinados
comportamientos humanos, por otro lado incomprensibles. Tenía leído que los lemmings se suicidan en grupo y descubrí luego que no es así, de forma que por regla general no me parecen mal los movimientos simpáticos aunque prefiero mantenerme alejado de ellos lo máximo posible, que uno nunca sabe lo que puede dar de sí un arrebato.
Sea como fuere, me parece bastante pueril y simplón acusar de que la actividad no satisfaga al usuario al conocimiento exaustivo de ésta, entre otras cosas porque el espectáculo —a la Fórmula 1 se la llama así ahora—, se empeña una y otra vez en que seamos partícipes de la última coma que se escribe sobre el circuito.
Live timmig, escaletas con los compuestos usados y por usar, previsión de estrategias, cámaras onboard, comentarios de radio, avisos de que tal o cual circunstancia está siendo investigada por los comisarios o Dirección de Carrera, posibilidad de comentar la jugada en redes sociales sin necesidad de moviola... Yo diría que el espectáculo está donde está y no donde aseguran los que recomiendan que nos pongamos una venda para ver las carreras como se disfrutaban antes.
Siendo sincero, esto del antes es una mentira gorda o una forma muy bastarda de melancolía, porque ese pretérito a cuya inocencia se recurre para justificar los malestares del presente, era tan cabrón o más que nuestra actualidad deportiva, aunque al haber entonces menos información para que el aficionado juzgase por sí mismo sin necesidad de intérpretes, resulta ahora de un ñoño que tira para atrás.
Y ojito cuidao, que no estoy pidiendo a nadie que no se suicide como le venga en gana o deje de tomar narcóticos para tragar con el actual modelo de Fórmula 1.
Sólo digo que Azcona la clava cada vez que nos desnuda como colectivo para convertirnos en masa madre de sus guiones; cada vez que traza una fina línea de humor entre la reglamentitis de los cojones y eso de que Ferrari es fantastiche incluso en un año negro como 2016; cada vez que nos recuerda que para el común de los mortales es preferible volverse ciego, sufrir un arrebato o sumar puntos de drama por cualquier chorrada, antes que aceptar que criticar las cosas no significa no disfrutarlas.
Una última cuestión: cuando hayáis abusado un poco de la obra de Rafael Azcona, en Belle Époque, Plácido o La Grande Bouffe, por ejemplo, echad un vistazo a Leningrad Cowboys go America, es una película de gente de la tierra de Valtteri y Kimi que no tiene desperdicio...
Os leo.
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