La grúa de medir

Nada más lejos de mi intención ayer, cuando escribí Hijos de puta, que solicitar clemencia para esos dos gandules que se llaman Mark Webber y Fernando Alonso, respectivamente, por haber tenido una ocurrencia que podía entrañar algún tipo de peligro.

Voy a pasar por alto que el asunto se dio en la vuelta de retorno a boxes en medio de un tráfico bastante relajadito tanto en su forma como en su velocidad, tampoco aspiro a que se entienda que hablar de «peligro con mayúsculas» en esas circustancias me resulte pelín tendencioso porque los pilotos sortean escollos más complicados a muchísima velocidad y lo normal es que rara vez ocurra algo. Dicho lo cual, Fernando aparca su F138 en un lugar poco adecuado y Mark entra en la pista para subirse a él. Había riesgo, sin duda, y habría que ser muy cazurro para no verlo.

Otra cosa es la desproporción del castigo, sustancia de mi texto de ayer, en el que para más claridad decía lo siguiente: «¿Mark ha hecho mal subiéndose al coche de Fernando. Este también al admitirlo como pasajero? Sed sensatos, coño, metedles una multa por mal comportamiento y dejad que los que os pagan las alubias, nosotros, sigamos disfrutando soñando que la iconografía común sigue estando en buenas manos.»

Mark Webber es uno de los 6 pilotos que mantienen posibilidades en esta rara sesión, y meterle una reprimenda que por acumulación acarrea que en Corea salga con 10 puestos de retraso en parrilla, supone una canallada y salirse del tiesto, y de ahí no me apeo. 

Una multa golosa con la que llenar aún más los bolsillos de la gentuza que dirige el cotarro se habría visto bien incluso por los aficionados menos propensos a este tipo de salidas «B», pero habría sido lo más sensato ya que el juez, en este caso los comisarios o la misma Dirección de carrera, han dado sobradas muestras de que en determinadas circunstancias y ante situaciones mucho más peligrosas, han dejado de la lado la vara de impartir justicia para utilizar la grúa si hacía el caso.

Rifirrafes en el pit-lane que han terminado en sencillos tirones de oreja, por ejemplo, porque «no había mala intención» abundan en nuestra historia reciente y creo que no hace falta señalar a nadie para que entendamos de qué va esta historia, y es que no es nuevo ni debería extrañar a nadie que afirme que para la FIA hay pilotos de primera categoría, de segunda y de tercera.

Pero por si nos hacen falta más señas, imaginemos por un momento que es Sebastian Vettel quien rompe el motor de su coche y es Nico Rosberg quien aparca como hizo ayer Fernando, para recoger al alemán y llevarlo a garajes...

Misma circunstancia pero con distintos protagonistas, y una sensación, la mía, de que hoy estaríamos vitoreando el momento épico vivido ayer cuando el tricampeón del mundo emulaba a sus mayores, sin que el de Heppenheim sufriera lo más mínimo por idéntica chiquillada, of course!