Nos vamos de Bahrein...

Con la lentitud de reacciones que se le presupone a un brontosaurio, la F1 ha abandonado por fin Bahrein, y a fe mía que por la puerta grande, demostrando que ni como negocio funciona. 

Poca gente en el circuito, poca gente en sus alrededores debido a la presencia de un ejército que ha velado en todo momento porque la cita deportiva se celebrase con la normalidad de un toque de queda, también poca gente en las calles de Manama, pero a cambio, mucho reloj y cadena de oro y móviles en Sakhir, y por supuesto mucho buen rollito y compadreo entre los jeques, jerifaltes y príncipes bahreiníes y la plana mayor de la FOM y la FIA, hábilmente aprovechado por los primeros como plataforma para exteriorizar ante las cámaras de medio mundo la enorme salud que se destila bajo la atenta mirada de unos bien fornidos guardaspaldas.

Jean Todt venía a decir el otro día que esperaba que el G.P. de Bahrein no lastimara la imagen de la F1, y lo cierto es para tirarla por los suelos la propia F1 se basta y sobra, porque lejos de atraer más gente a las gradas con el tipo de propuestas artificiales escenificadas en trazados como el de Sakhir, a la vista está que la cosa flaquea por los cuatro costados, mientras en Melbourne no cabía ni un zapato más para ver una carrera en una cita cuya presencia en el calendario pende de un hilo, o mientras en Europa son legión los aficionados que reclaman más presencia de trazados como los de antes o la supervivencia de Spa.

El dinero es importante en todo negocio, faltaría más que no lo fuera, pero gracias a la pésima gestión de quienes dirigen éste, la búsqueda de la tela ha convertido a la F1 en presa de su propia voracidad sin límite, obligándola a transigir y a bajarse los pantalones, a pasear por el barro, la arena en este caso, una imagen labrada durante más de 60 años. En definitiva, obligándola a abonar la servidumbre correspondiente aunque para ello haya que tragar con sapos y culebras o convertirse en oscuro cómplice ante la opinión pública.

Al parecer ya hay quien dice que la F1 ha ganado este estúpido pulso por haberse sabido mantener firme, pero cabe recordar que la firmeza ante este tipo de cosas es siempre una actitud política, y puesto que habíamos quedado en que nuestro hasta anteayer querido deporte no se metía en esos asuntos, por nuestro bien, lo menos que se podría esperar de todo esto es que como negocio haya jugado bien sus cartas, cosa que sinceramente no me parece, porque precisamente se soporta sobre un espíritu deportivo al que la FIA y la FOM hace tiempo que han dado la espalda en su estúpida huída hacia adelante con tal de no sanear la competición y hacerla realmente atractiva.

Os leo.