sábado, 11 de febrero de 2012

39 escalones


Por fortuna no tenemos 39 escalones en los que fijar la vista, sino 9, de momento, al menos hasta que vayan apareciendo los 3 rezagados que faltan para completar la parrilla, que seguro que llevarán el desnivel correspondiente entre la sección más alta y baja de sus respectivos morros, porque el escalón nasal, la nariz en caballete, se ha puesto de moda en la pasarela 2012.

Dicho esto, a cuenta de la bendita anomalía impuesta por el reglamento de transición que se ha sacado de la manga la FIA para este año, estoy leyendo todo tipo teorías (incluyendo la mía, la de la flexibilidad, para más señas), aunque las que me resultan más chocantes son las que aluden a la generación de turbulencias en esa área, puesto que de ser ciertas, supondrían un aumento innecesiario de drag (resistencia al avance) en una superficie que ya está afectada por una buena dosis del mismo, pues se enfrenta al aire a las bravas, por huevos, que diría aquél, lo que aporta obvios beneficios (aumento de apoyo en el tren delantero) aunque por supuesto, algunos delicados perjuicios (más resistencia al avance, ¡cómo no!).

En este orden de cosas, el escalón (tenía que volver a él, lo siento), la divergencia derivada de dos superficies dispuestas en ángulo abierto enfrentadas al aire, ni es nueva ni al parecer presenta tantos problemas como algunos argumentan.

No se me ha ocurrido mejor idea que andar buscando excusas gráficas para apuntalar esta entrada, y hete aquí que he pillado a vuelapluma el magnífico ejemplo que ofrece nuestro Talgo 350, vulgarmente conocido como «pato», un tren que hace gala de ser veloz como pocos a pesar de que su delantera está articulada sobre un esquema que recuerda bastante a las narices de los monoplazas que nos deleitarán a partir de finales de marzo, cuando desembarquemos en Melbourne, aunque lo digo con la boca pequeña, porque si lo descubren los guiñoles gabachos, a buen seguro lo apostillan como ejemplo de mofa universal, armándolo con una jeringuilla, no vaya a ser que su TGV pierda fuelle ante su clientela potencial.

Mientras me comía un bocadillo a media tarde al lado de mi madre, Amama, arriba de este estudio desde donde escribo por no hacer otras cosas a mitad de un sábado como otro cualquiera, he disfrutado un momento de la hermosa vejez de Maria Dolores Pradera, de su inmensa humanidad y de una generosidad que sólo otorga el tiempo a los bien paridos, y me he dicho al verla, que para qué demonios hacen falta vórtices y turbulencias donde la propia estructura aconseja e insinúa mullido de flujos.

Pues eso, que sólo era esto, porque mañana o pasado a lo mejor encuentro un hueco y puedo ponerme a explicar lo que ronda mi cabeza, porque hay días, como hoy, en que ni yo mismo me explico a santo de qué me meto en jardines tan profundos como intentar hacer entender que el escalón de los cogieron sólo ha jodido a quien había obtenido réditos de que no existiera, y que áun así, el Adrian que pasea en calzoncillos por su casa, parece que ha sorteado con sobresaliente el nuevo problema.

Lo de Red Bull no deja de ser un parche, pero ¡vaya parche! El MP4/27 de McLaren y el F2012 de Ferrari, desde sus respectivas soluciones, están dando adecuada réplica a la prolongación en el RB8 de lo logrado en el RB7, lo que augura que este próximo año que abriremos en breve, lo vamos a disfrutar de lo lindo. ¡Hasta aquí puedo leer!, como diría el ex-perto...

Con vuestro permiso, sigo pensando.

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