Scriptum por una rana

Estoy buscando palabras y sólo encuentro ranas, como aquella que perdida en un vaso de leche, lejos de desfallecer siguió intentando escapar de la trampa en la que se creía totalmente perdida. Por suerte, la fábula, su fábula, termina bien, no como otras, pues la protagonista, pateando y braceando en la blancura infinita que a todas luces podía terminar con su vida, la convirtió con su tenacidaz en mantequilla, de manera que acabó haciendo pie y escapando como premio a su perseverancia.

Aunque echo en falta saber que sucedió después, intuyo que la rana terminaría cayendo en alguna de las numerosas celadas que nos tiende la vida, y que a buen seguro no superaría la última, la insalvable, la que nos espera a todos, ésa que marca el consumo final de la vela que nos ha sido dada y cuya llama convierte en humo cada día que vivimos.

No soy Alí Babá ni el mítico Simbad, tampoco Nemo el capitán, pero me desenvuelvo bastante bien en los abismos. A Josu, mi hijo, acostumbro a repetirle que venimos al mundo solos y que de él solos nos vamos, y que cada jornada es única y hay que aceptarla como un regalo que merece el esfuerzo conquistar, y sobre el que hay que triunfar porque nadie nos puede asegurar que habrá un mañana, ni siquiera un instante consecutivo al que disfrutamos.

A lo que iba. El hombre que no estaba allí ha demostrado que existe y que alberga en su interior el alma de un gladiador a pesar de los años pasados cubriendo las espaldas desde la sombra a los que fueron, son y serán. El cicatero Ron Dennis prefirió en 2007 a una estrella mediática, y en 2008 a un paria que sirviera a la causa, cualquier cosa antes que darle lo que merecía, y es que el barcelonés del que hablo lo vale pero no ha tenido hasta ahora la fortuna que acaba de brindarle Peter Sauber al ofrecerle el volante de uno de su monoplazas.

Por suerte, Pedro ha desterrado cualquier incógnita sobre su pasado y sus agallas con este paso adelante al filo de los treinta y nueve años. Si Michael Schumacher podía volver a los circuitos con cuarenta y uno, por qué no iba a hacerlo el hombre que lo batió corajudamente en Hungría 2006, si además ha sido el alma mater de la oficialmente segunda escudería de la parrilla y atesora bajo el brazo una experiencia que vale su peso en oro.

Estoy buscando una escafandra al pie del mar de los delirios y melodías con que romper muros, pero no dejo de toparme con ranas, una y otra vez, como la que he acariciado al principio, con su perseverancia, con su testaruda forma de entender que claudicar en aquello que amamos y nos hace sentirnos vivos, es en el fondo renunciar a nuestra sustancia porque ni hay un más allá, ni un dónde, ni siquiera un por qué que justifique la cobardía.

Pedro podría ser una rana como la del cuento. Es uno de los mejores pilotos de la parrilla y va a ir montado en la versión BMW para el año que abrimos. Por lo que sea, sólo soy aprendiz de chamán, permitidme que lo coloque con los seis tipos que van a luchar por el campeonato, porque el aire huele hoy a fábula con final feliz, y porque al término del duro camino siempre hay premio.