Para los viejos del lugar —a éste me refiero—, Faenza es sinónimo de «jeta descomunal», no de la escudería en sí, obviamente, pero sí de Red Bull y todo lo que puso en juego Dietrich Mateschitz para seguir colocando peligrosos mejunjes entre los más jóvenes, sorteando desde el mejor escaparate del mundo las tibias recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que recién ahora se comienzan a tomar un poco en serio.
Bueno, es el mercado, amigo y resultaba sencillo untar a Bernie Ecclestone y la Fórmula 1 para hacerse un hueco entre lo más granado del automovilismo deportivo. En 2005 se adquirió a Paul Stoddart la estructura de Minardi y se la renombró Scuderia Toro Rosso para el año siguiente, siendo considerada a todos los efectos la filial de Red Bull Racing, consagrada ese mismo año 2005 a partir de los restos y la estructura de Jaguar.
La prensa británica y la Wikipedia recuerdan mucho a Giancarlo Minardi y cómo su equipo supuso un bonito granero para los nuevos fenómenos que pretendían convertirse en estrellas a finales de los noventa del siglo pasado y comienzos de éste —la etapa de Stoddart no es tan edificante ni vendible—, aunque, a la postre, Toro Rosso ha supuesto siempre la gatera por donde Red Bull jugaba con cartas marcadas, ya que puntuaba doble en los despachos y donde los demás contaban con tan sólo dos coches, Milton Keynes disponía de cuatro.
Cuatro para evolucionar, cuatro para sondear alternativas técnicas, incluso cuatro a nivel estratégico, para entorpecer a los rivales en pista o para conseguir que Sebastian Vettel se llevara el gato al agua cuando hiciera falta, como corroboró Jaime Alguersuari al respecto de Abu Dhabi 2010...
Desde 2020 Toro Rosso es Alpha Tauri pero continúa ejerciendo el mismo dudoso papel, y ya no es el alonsismo ni son los conspiranoicos quienes están hasta las avellanitas de la extraña anomalía: «Por ejemplo, la mayoría de los otros grandes deportes prohíben la propiedad de dos equipos dentro de la misma liga por el evidente daño potencial a la competición. Es una situación insana porque afecta a las decisiones que se toman tanto dentro como fuera de la pista. Ya sea tener acceso a más datos, compartir componentes/personal o incluso tener influencia en una votación estratégica, no está en el espíritu del reglamento» [Zak Brown presiona sobre Red Bull-AlphaTauri F1 y pide más equidad].
Dicen que bien está lo que bien acaba, pero, ¡coño!, diecisiete temporadas son muchas, ¿o no?
Os leo.
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