Crees que lo tienes todo visto, oído en este caso, y descubres que el bueno de Mariano Rajoy se acurruca en tu almohada y te susurra al oído: «Ferrari es una gran nación y los tifosi muy ferraristas y mucho ferraristas...»
Das gracias al cielo de que el gallego no continúe con aquello de «es el ferrarista el que elige el tifoso, y es el tifoso el que quiere que sean los ferraristas el tifoso...», o que hubiese venido Pedro Sánchez con el cuento de que no conciliaría el sueño si hubiese pactado con el demonio (sic). Y para quitarte el susto te pones a Mikel Laboa a la oreja mientras el donostiarra entona los timbres y notas de Martxa baten lehen notak, una melodía que sólo se entiende cuando las nubes no te dejan ver tus propios pies pisando el Amboto, cuando a medio cuerpo únicamente divisas un mar de nubes del que destacan la cresta del Alluitz y, más lejos, la puntita altiva del Aitz Txiki, y allá, donde pierden su sentido los sueños, surgen territorios desconocidos que querrías conocer...
Somos pequeños, minúsculos en el universo, pero también un Aylan en la playa, desamparado como despojo, muerto, sin vida.
No me jode tanto que un presuntuoso de tres al cuarto se refiera a mí (sin nombrarme) como «por ahí hay un tipo que cada vez es más ferrarista», ni que en su puñetera vida haya leído Nürbu, claro, como la subnormalidad que nos rodea, que es capaz de emboscar la xenofobia como dulce de manzana y darle audio para que propague sus verdades al mundo.
No me jode tanto que un presuntuoso de tres al cuarto se refiera a mí (sin nombrarme) como «por ahí hay un tipo que cada vez es más ferrarista», ni que en su puñetera vida haya leído Nürbu, claro, como la subnormalidad que nos rodea, que es capaz de emboscar la xenofobia como dulce de manzana y darle audio para que propague sus verdades al mundo.
¿He dicho xenofobia? Pues sí, alguien tenía que decirlo. Y es que hay mucho de eso en la mayoría de comentarios que atizan desde nuestro extrarradio un alonsismo que no existe, un lobatismo que es una quimera, un orgullo por lo nuestro que es sólo eso: orgullo, y vierten un reguero de insensateces que niegan al contrario la posibilidad de pensar distinto. El amo tira mucho, sobre todos si es british. Hay que ser muy esclavo y mucho esclavo para vivir así, y muy mingafría y mucho mingafría para destilar un odio a lo español que no hay por dónde cogerlo, menos cuando los apellidos se los dio un desgraciado que escapaba del hambre pero quiso ser responsable y aceptar su destino. Montes, Mejía, López, Pérez, Gutiérrez, Rodríguez. ¡Hay tantos! No se apellidan Jefferson o Washington, o Smithson. Tuvieron suerte, por eso son tan valientes ahora.
Al memo que va de espabilado en el podcast Técnica Fórmula 1 y me ha referido en el episodio 289 sin nombrarme ni darme publicidad, of course!, sólo quiero decirle que hay que ser muy payaso, más payaso y mucho payaso, para aventurarse a emular a don Mariano Rajoy Brey mientras siembra dudas sobre mi ferrarismo. Somos perversos con los de casa, lo admito, pero ante un imbécil y cualquiera de los eslabones más débiles de nuestra cadena, elijo siempre a quien no se baja los pantalones.
No se trata de ferrarismo, amigo John René, consiste en que tú quieres ser más que yo y me llamas estúpido porque no tienes argumentos, simplemente porque entiendes que puedes mirarme por encima del hombro. ¿Ferrari? Me vas a contar tú a mí. A Leclerc, en Singapur, le pidieron prerservar mientras no le avisaban de lo que hacía su compañero y a Vettel le permitían salir con ritmo de crucero... El alemán hizo morados, sí, pero bastante engañosos. Y comprender esto no tiene que ver con Ferrari, sino con la cantidad de dedos que nos caben a ti y a mí en la frente.
Os leo.
No se trata de ferrarismo, amigo John René, consiste en que tú quieres ser más que yo y me llamas estúpido porque no tienes argumentos, simplemente porque entiendes que puedes mirarme por encima del hombro. ¿Ferrari? Me vas a contar tú a mí. A Leclerc, en Singapur, le pidieron prerservar mientras no le avisaban de lo que hacía su compañero y a Vettel le permitían salir con ritmo de crucero... El alemán hizo morados, sí, pero bastante engañosos. Y comprender esto no tiene que ver con Ferrari, sino con la cantidad de dedos que nos caben a ti y a mí en la frente.
Os leo.
5 comentarios:
¿Me perdí de algo, José?
¿De dónde salió este nuevo "fanático" suyo?😂
Buenos días, Elín ;)
No te has perdido nada, gracias a Dios. Pensaba que la ocurrencia de este fenómeno era única pero ayer me corroboraron que me tiene enfilado de tiempo, y que achaca todos mis males al «alonsismo» y a la poca cultura automovilista que tenemos en España. Eso y que me lee poco, además ¡ja,ja,ja,ja!
Abrazo grande ;)
Jose
Mi comentario está fuera de línea y viene a propósito de la polémica de las parrillas invertidas. en mi opinión nadie va a querer hacer la pole; salir el primero siempre da ventaja. ¿Quieren que veamos sesiones sabatinas donde se luchará por ser el más lento?
Hola, Miguel...
El último experimento con la clasificación (2016) acabó como el rosario de la aurora. De acuerdo al 100% con lo que comentas ;)
Abrazaco
Jose
Bueno, si dieran puntos a los 5 primeros clasificados en la pole igual cambiaría la cosa. Y después una carrera con parrilla invertida,....
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