Cuando escuchas que a Michael no le va bien y lees a colación, que hay quien prefiere no escribir por no especular con los rumores y conseguir un puñado de visitas, comprendes que sigue habiendo lobos y corderos y que a ti te compensará siempre salir a la intemperie, a escuchar el cúmulo de recuerdos que se amontonan pidiendo vez como en la pescadería, a sentir sobre tu piel desnuda cómo las notas se vuelven gélidas conforme van sonando al deslizarse por las laderas de las innumerables colinas de ceniza que levantamos para defendernos de cuanto nos hace daño.
Y buscas a Annie Lennox para escuchar una de esas canciones suyas que te hacen llorar sin saber muy bien por qué...
Y te sirves un vaso generoso de whisky y enciendes una pipa prohibida a las tantas de la noche de un sábado cualquiera, hoy, por ejemplo, para maldecir sobre el teclado que el sortilegio #KeepFightingMichael no haya funcionado como esperábamos y la vida sea tan perra como para empeñarse en dar la espalda a un hombre, que habiendo sorteado cuantas guadañas le puso la parca en los circuitos, puede ser ayer mañana mismo, a cuenta de un estúpido y miserable accidente sobre la nieve.
Y sales en mitad de la noche a hollar la nieve, a rendir silencioso homenaje a tu enemigo sin que te importe si te darán por ello un pase de paddock o te lo retirarán. Sin medir a priori cuántas visitas tendrá tu dolor o si servirá de algo que escribas negro sobre blanco, sea cual sea el desenlace, que le echarás de menos a pesar de haberlo odiado tanto porque siempre te sobraron los caciques.
El Gran Caimán, mi Caperucita Roja, el Kaiser, Michael, Mijäel, posa sus pies sobre un lugar desconocido para los mortales, para mí, para vosotros. Quizás no pueda más. Él, que era un atleta, tal vez se encuentra al límite de sus fuerzas y cabe preguntarse ahora, a estas horas, en este instante, quiénes somos para exigirle a él que haga un último esfuerzo si a la postre, los que necesitamos reconciliarnos con lo que no rodea y nuestras heridas, somos nosotros.
Las noticias no son buenas. Schumacher, el heptacampeón de Fórmula 1, parece necesitar un milagro que a mí se me escapa de entre las manos como la arena de la playa de Gorliz, cuando húmeda y esponjada por el agua del mar Cantábrico, es más sirenas que partículas de calcio, cuarzo y sílice...
Quién soy yo para decirte que sigas luchando, Michael... Si quieres descansar, descansa. Aunque siga sonando Annie en mis cascos y el whisky y la pipa me sigan sabiendo a interrogantes que algún día alcanzaré a resolver —no hoy, desde luego—, a las once y cuarto de un sábado cualquiera, este lobo sólo es capaz de preguntarse en mitad del frío: por qué...
Os leo.
6 comentarios:
Amén.
Grande Don José.
Muy bonito
Bonito recuerdo, grande Michael!!!
Yo le debo a él y du lucha con Villeneuve en jerez'97 el haberme enganchado a la F1.
Pues resulta que hay mucha gente que esta en este estado , pero con muchisimos menos medios para que les cuiden. Me cansa bastante este tema.
Por motivos personales, uno ve personas en estados deplorables, pero no veo "lucha fulanito".
Y resulta que a este señor le sucedio por estar pasandolo bien.
Te podria contar casos de personas,que les sucedio, pero no pasandoselo bien.
Pero bueno,es la sociedad actual, y me alegro mucho por este señor y su familia.
Un saludo Don Jose.
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