La prohibición de ayudar al piloto por radio y el celo que está mostrando la FIA en hacer que se cumpla a rajatabla, ha reabierto el debate sobre si el conductor realmente puede estar por encima de su montura, o por el contrario, jamás puede superarla.
Hay trampa en la exposición. Como máquina que es, el vehículo nunca puede superar un cierto techo porque cualquiera de sus partes podría romperse, evidentemente. Este punto lo conocen perfectamente los ingenieros, que a la postre son los que establecen el rango máximo de trabajo en el que el esfuerzo a tope es tolerable.
Bajo mi humilde punto de vista, estamos hablando por tanto de dos límites: uno bruto, infranqueable, que nunca se puede superar pues viene marcado por el propio diseño del monoplaza y los materiales utilizados en su confección, y otro neto que vendría definido por la seguridad y vida de los componentes, con el que conviene no jugar demasiado salvo que sepas muy bien qué es lo que llevas entre manos. Pues bien, a este segundo es al que siempre me he referido cuando he hablado de pilotos que podían llevar el coche más allá.
Enmarcado el contexto razonable de la discusión (único válido a mi modo de ver), hay que decir aunque suene a perogrullada, que la mayoría de integrantes de la parrilla están capacitados para rodar cerca de ese límite operativo. Que muchos, por cautela, se mantienen alejados de él. Que otros, en cambio, lo sobrepasan por imprudencia o impericia. Y que sólo unos pocos son capaces de sobrepasarlo sin ponerse en riesgo o romper el coche.
Sin embargo, este axioma formulero se ha hecho literalmente añicos al enfrentarse a una realidad definida por una complejidad técnica que no tiene parangón en la historia de nuestro deporte:
Antes del nuevo reglamento (2014), existían conductores que podían extraer un poquito más a sus monturas porque sin ser un escenario sencillo, nunca lo ha sido, resultaba asequible comprenderlas y llevarlas un poquito más lejos. Hoy no, y lamento chafaros la fiesta.
Ya vimos durante en los primeros compases de la nueva normativa lo que supuso la aparición de los brake by wire, por ejemplo... Mirar un volante da vértigo, por no mencionar que existen momentos en que el coche parece entrar en modo voy por libre mientras recupera energía.
La electrónica manda, el consumo manda, los neumáticos mandan, y de momento, a los pilotos sólo les queda ir adaptándose como buenamente pueden, sondeando los límites y tratando de explorarlos hasta que un fusible dice basta o falla un cable o el software en la unidad de potencia...
No, éste que disfrutamos no parece que sea un entorno propicio para que veamos destellos de genialidad al volante. La dependencia del hombre ante su máquina es abrumadora en la actualidad.
Por desgracia no dispongo de una varita mágica para resolver una ecuación que os confieso, no se me antojaba tan compleja. Las órdenes del muro nunca me han gustado. He sido reacio a aceptarlas porque la Fórmula 1 siempre me ha parecido un lugar donde el conductor tenía mucho que decir. Otra cosa es asumir que de la noche a la mañana sea posible cambiar el actual estado de cosas, cuando los monoplazas tienen demasiado de nave espacial, como nos recordaba hace poco Fernando Alonso.
Sea como fuere, la prohibición es efectiva, Charlie Whiting asegura que seguirá estando vigilante y a los aficionados nos surgen preguntas.
¿El piloto puede superar a su vehículo? Yo diría que no tal y como están las cosas. Dentro de unos pocos años tal vez sí porque uno acaba acostumbrándose a casi cualquier cosa, pero si hay cambio de reglamento para 2017, como se espera que se decida a finales de este mes, a lo peor nos enfrentamos a una nueva pequeña muerte de todo eso que recordamos y no pasa desde hace tiempo, como que el hombre, en momentos puntuales, era capaz de superar a su máquina para disfrute de los que le estaban viendo en los circuitos o a través de las pantallas de televisión u ordenador.
Os leo.
Bajo mi humilde punto de vista, estamos hablando por tanto de dos límites: uno bruto, infranqueable, que nunca se puede superar pues viene marcado por el propio diseño del monoplaza y los materiales utilizados en su confección, y otro neto que vendría definido por la seguridad y vida de los componentes, con el que conviene no jugar demasiado salvo que sepas muy bien qué es lo que llevas entre manos. Pues bien, a este segundo es al que siempre me he referido cuando he hablado de pilotos que podían llevar el coche más allá.
Enmarcado el contexto razonable de la discusión (único válido a mi modo de ver), hay que decir aunque suene a perogrullada, que la mayoría de integrantes de la parrilla están capacitados para rodar cerca de ese límite operativo. Que muchos, por cautela, se mantienen alejados de él. Que otros, en cambio, lo sobrepasan por imprudencia o impericia. Y que sólo unos pocos son capaces de sobrepasarlo sin ponerse en riesgo o romper el coche.
Sin embargo, este axioma formulero se ha hecho literalmente añicos al enfrentarse a una realidad definida por una complejidad técnica que no tiene parangón en la historia de nuestro deporte:
Antes del nuevo reglamento (2014), existían conductores que podían extraer un poquito más a sus monturas porque sin ser un escenario sencillo, nunca lo ha sido, resultaba asequible comprenderlas y llevarlas un poquito más lejos. Hoy no, y lamento chafaros la fiesta.
Ya vimos durante en los primeros compases de la nueva normativa lo que supuso la aparición de los brake by wire, por ejemplo... Mirar un volante da vértigo, por no mencionar que existen momentos en que el coche parece entrar en modo voy por libre mientras recupera energía.
La electrónica manda, el consumo manda, los neumáticos mandan, y de momento, a los pilotos sólo les queda ir adaptándose como buenamente pueden, sondeando los límites y tratando de explorarlos hasta que un fusible dice basta o falla un cable o el software en la unidad de potencia...
No, éste que disfrutamos no parece que sea un entorno propicio para que veamos destellos de genialidad al volante. La dependencia del hombre ante su máquina es abrumadora en la actualidad.
Por desgracia no dispongo de una varita mágica para resolver una ecuación que os confieso, no se me antojaba tan compleja. Las órdenes del muro nunca me han gustado. He sido reacio a aceptarlas porque la Fórmula 1 siempre me ha parecido un lugar donde el conductor tenía mucho que decir. Otra cosa es asumir que de la noche a la mañana sea posible cambiar el actual estado de cosas, cuando los monoplazas tienen demasiado de nave espacial, como nos recordaba hace poco Fernando Alonso.
Sea como fuere, la prohibición es efectiva, Charlie Whiting asegura que seguirá estando vigilante y a los aficionados nos surgen preguntas.
¿El piloto puede superar a su vehículo? Yo diría que no tal y como están las cosas. Dentro de unos pocos años tal vez sí porque uno acaba acostumbrándose a casi cualquier cosa, pero si hay cambio de reglamento para 2017, como se espera que se decida a finales de este mes, a lo peor nos enfrentamos a una nueva pequeña muerte de todo eso que recordamos y no pasa desde hace tiempo, como que el hombre, en momentos puntuales, era capaz de superar a su máquina para disfrute de los que le estaban viendo en los circuitos o a través de las pantallas de televisión u ordenador.
Os leo.
1 comentario:
Cada vez que veo esos volantes, propios de un "morphy" entre un caza y una playstation, me pregunto si los que opinan que hoy es muy fácil conducir un F1 saben lo que están diciendo.
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