Cualquiera diría al leer a Charlie Whiting hablar sobre el reglamento técnico de Fórmula 1, que se le exige que esté destinado al gran público y no a las mentes más representativas de la avanzadilla tecnológica, que lejos de tener que suponer una herramienta tan fina, sólida, segura y delicada como un caudalímetro, un ejemplo, su fin último fuera ser eminentemente didáctico.
Al británico se le habla de claridad y confunde churras con merinas e imagina que la peña reclama entender la normativa mientras se entretiene con sus cosas sentada en el retrete y así, advierte que no se pueden utilizar menos palabras porque «los monoplazas, los equipos, los procedimientos y todo lo que los rodea es muy complicado.»
«Los manuales que contienen reglamentos jamás disminuyen de tamaño. Me gustaría que todo fuera más sencillo, pero cuando ves la complejidad del deporte en su globalidad, resulta muy complicado hacer que las reglas sean simples. Siempre se no está pidiendo que hagamos las cosas más claras, pero por desgracia no podemos hacerlo con menos palabras», continúa, como no queriendo asimilar de qué coño se le habla, pero eso a lo que alude Charlie en términos tan rotundamente editoriales, a mi humilde modo de ver no es un problema de complejidad literaria ni de simplicación expositiva, sino lisa y llanamente, de no saber lo que se lleva entre manos.
Sí, ya dábamos por supuesto que todo esto de la Fórmula 1 era bastante complicado, pero nadie que yo sepa ha exigido a la FIA un mayor ejercicio de síntesis en el reglamento de marras aunque sí unas reglas que entiendan desde Adrian Newey a Pastor Maldonado, que es el auténtico problema que se esta barajando, porque es eso lo que ocurre precisamente: que los pilotos se quejan, que los ingenieros entienden cinco cosas diferentes en un mismo párrafo, que las escuderías no están contentas, que los mandamases están que trinan y que para colmo, ha cundido el desencanto entre la afición.
Al británico se le habla de claridad y confunde churras con merinas e imagina que la peña reclama entender la normativa mientras se entretiene con sus cosas sentada en el retrete y así, advierte que no se pueden utilizar menos palabras porque «los monoplazas, los equipos, los procedimientos y todo lo que los rodea es muy complicado.»
«Los manuales que contienen reglamentos jamás disminuyen de tamaño. Me gustaría que todo fuera más sencillo, pero cuando ves la complejidad del deporte en su globalidad, resulta muy complicado hacer que las reglas sean simples. Siempre se no está pidiendo que hagamos las cosas más claras, pero por desgracia no podemos hacerlo con menos palabras», continúa, como no queriendo asimilar de qué coño se le habla, pero eso a lo que alude Charlie en términos tan rotundamente editoriales, a mi humilde modo de ver no es un problema de complejidad literaria ni de simplicación expositiva, sino lisa y llanamente, de no saber lo que se lleva entre manos.
Sí, ya dábamos por supuesto que todo esto de la Fórmula 1 era bastante complicado, pero nadie que yo sepa ha exigido a la FIA un mayor ejercicio de síntesis en el reglamento de marras aunque sí unas reglas que entiendan desde Adrian Newey a Pastor Maldonado, que es el auténtico problema que se esta barajando, porque es eso lo que ocurre precisamente: que los pilotos se quejan, que los ingenieros entienden cinco cosas diferentes en un mismo párrafo, que las escuderías no están contentas, que los mandamases están que trinan y que para colmo, ha cundido el desencanto entre la afición.
Vista tal cual la describe Charlie, la normativa FIA jamás podrá acompañar al Reader's Digest o la Holy Bible en las mesillas de las habitaciones de las posadas y hoteles que rodean la cuna del motosport, por aquello de ayudar a sus visitantes a conciliar el sueño.
Y siendo sincero, considero que casi es mejor que sea así, no vaya a suceder que por un quítame allá esas pajas o bajar la guardia, la FIA, por ser clara al menos una vez en su dilatada existencia, origine que la Fórmula 1 pierda otra de sus más tradicionales señas de identidad: la cantidad de agujeros negros que hay siempre en sus reglamentos.
Será por falta de palabras o pobreza de léxico, ¿no?
3 comentarios:
Los ingleses tienen una enfermedad genética que se llama reglamentitis aguda y que consiste en que tienen una pulsión que les lleva a inventar todo tipo de deportes y juegos, pero no porque les guste el deporte o los juegos, sino porque enloquecen con los reglamentos. Les pone crear reglas. Se excitan sobremanera creando disposiciones sobre lo que puede o no puede hacerse o cómo y en qué condiciones puede hacerse. Si además son ingenieros la enfermedad se agudiza más aún. Si se quiere ver reglamentos absurdos creados por los ingleses no hay más que fijarse en deportes con el cricket.
Ello se debe originalmente a que inventan deportes en los que nunca ganan. Por tanto inventan subterfugios para eliminar la superioridad de los participantes de otros países debido a su incapacidad física para ganar en los deportes que ellos mismos han inventado.
Otro ejemplo es el tenis. ¿Qué demonios de puntuación es esa, que salta de quince a treinta, a cuarenta y un punto más es juego?
¿A quién se le puede ocurrir inventar una pista de tenis de hierba?
¿Y el fuera de juego en el fútbol?
¿Y un deporte llamado rugby al que jugué durante años sin entender demasiado bien el reglamento y que se juega con un melón y sólo de puede pasar hacia atrás, en contra de la lógica de cualquier deporte con pelota?
"como no queriendo asimilar de qué coño se le habla..."
...porque, evidentemente , no entiende ( ni le importa) de que c... se le habla...
...el tal whitng es un botarate, antiguo jefe de mecanicos, compañero de "pupitre" de bernie , puesto ahí como perro de guarda para salvaguardar los interese de quien le da de comer...Sus decisiones revisten tal discrecionalidad y parcialida que sólo su garantía de impunidad puede justificarlas.
...y a fe que cumple con creces el objetivo encomendado...ver sino sus últimas opiniones ( de la semana pasada) sobre la sanción a Fernando Alonso en monza 2006 y nos explicaremos los derroteros de esta F1 de los últimos 10 años y por qué Fernando no volverá a ganar nunca mientras el lobby ingles mande en este circo...
El paradigma de la locura británica era el sistema monetario que tuvieron hasta los años setenta, que no había dios que lo entendiera:
Una libra de plata=240 libras
Una libra=20 chelines
Un chelín=12 peniques
Una corona=5 chelines
Una guinea=21 chelines, o una libra y un chelín.
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