Hoy hace un año exacto que falleció Jules Bianchi, un héroe que es más de otros que mío, un crío que por edad y un montón de cosas más, todavía hoy me recuerda a mi chaval y sus ilusiones intactas que podrían verse truncadas si se cruza en su camino un hijoputa.
La tarde declina sobre Gorliz y no tenía pensado escribir, pero mira, he decidido sacar a pasear mi viejo Speed Six con ayuda del Photoshop. Un par de filtros sobre una instantánea atrapada al mediodía, y el atardecer dora entre naranjas apagados y ocres la fronda que bordea la carretera que me llevará hasta cabo Matxitxako antes de que se haga de noche.
Voy solo. La soledad es buena compañera cuando uno quiere echar cuentas con sus contradicciones, saldar heridas o tasar en qué demonios anda pensando la peña cuando cuestiona que Philippe y Christine no den por perdida la batalla por su hijo.
Que vivamos a diario tan sumergidos en el cenagal de los eufemismos que apenas seamos capaces de sacar la cabeza, no implica que tengamos que comulgar con ellos.
El deporte es la excusa perfecta para que suceda lo otro, lo que considero que no quieren que tengamos en cuenta los que manejan el cotarro. Tela, mucha tela es lo que hay detrás de que se deje correr a unos pilotos bajo unas condiciones infernales. Poca visibilidad por la hora elegida y un tifón cerniendo su ominosidad sobre el trazado japonés son algo peor que negligencia. Lo de menos es el agua y la grúa, si me permitís la osadía. Para 2015 todos los Grandes Premios que jugaban a la ruleta rusa con la meteorología y el ocaso, vieron adelantados sus respectivos horarios en una hora... Algo había, ¿no?
Parné que cambia de manos y deja tercios y gabelas a cuenta de ajustarse a los nuevos tiempos y asegurar la seguridad, valga la inevitable cacofonía. Pero Jules perdía la vida en Suzuka, que es lo que cuenta. Y no tiene un pase que por proteger el negocio, la culpa del dramático suceso haya recaído oficialmente sobre el piloto francés y su escudería, porque la investigación del suceso corrió a cargo de uno de los supuestos responsables, quizás quien más responsabilidad tenía.
Me apena que haya tanta gente intentando que se mire para otro lado, que sea tan necia como para insinuar que la familia Bianchi mejor haría en no remover la mierda...
¿Qué hay de lo mío...? Lo tuyo también es esto: deporte y espectáculo como excusa de un negocio que se arriesga a sacrificar héroes y chiquillos, con tal de asegurar la cuenta de resultados.
Os leo.
La tarde declina sobre Gorliz y no tenía pensado escribir, pero mira, he decidido sacar a pasear mi viejo Speed Six con ayuda del Photoshop. Un par de filtros sobre una instantánea atrapada al mediodía, y el atardecer dora entre naranjas apagados y ocres la fronda que bordea la carretera que me llevará hasta cabo Matxitxako antes de que se haga de noche.
Voy solo. La soledad es buena compañera cuando uno quiere echar cuentas con sus contradicciones, saldar heridas o tasar en qué demonios anda pensando la peña cuando cuestiona que Philippe y Christine no den por perdida la batalla por su hijo.
Que vivamos a diario tan sumergidos en el cenagal de los eufemismos que apenas seamos capaces de sacar la cabeza, no implica que tengamos que comulgar con ellos.
El deporte es la excusa perfecta para que suceda lo otro, lo que considero que no quieren que tengamos en cuenta los que manejan el cotarro. Tela, mucha tela es lo que hay detrás de que se deje correr a unos pilotos bajo unas condiciones infernales. Poca visibilidad por la hora elegida y un tifón cerniendo su ominosidad sobre el trazado japonés son algo peor que negligencia. Lo de menos es el agua y la grúa, si me permitís la osadía. Para 2015 todos los Grandes Premios que jugaban a la ruleta rusa con la meteorología y el ocaso, vieron adelantados sus respectivos horarios en una hora... Algo había, ¿no?
Parné que cambia de manos y deja tercios y gabelas a cuenta de ajustarse a los nuevos tiempos y asegurar la seguridad, valga la inevitable cacofonía. Pero Jules perdía la vida en Suzuka, que es lo que cuenta. Y no tiene un pase que por proteger el negocio, la culpa del dramático suceso haya recaído oficialmente sobre el piloto francés y su escudería, porque la investigación del suceso corrió a cargo de uno de los supuestos responsables, quizás quien más responsabilidad tenía.
Me apena que haya tanta gente intentando que se mire para otro lado, que sea tan necia como para insinuar que la familia Bianchi mejor haría en no remover la mierda...
¿Qué hay de lo mío...? Lo tuyo también es esto: deporte y espectáculo como excusa de un negocio que se arriesga a sacrificar héroes y chiquillos, con tal de asegurar la cuenta de resultados.
Os leo.
4 comentarios:
Hace más o menos 3000 años, uno (que no era Aquiles ni Ayax) aguardaba su turno para saltar a la arena y luchar por dejar su nombre grabado en la historia. Era a todo o nada. La gloria, recompensa para quienes lo arriesgaban todo y corrían en vanguardia hacia el enemigo. O el olvido.
Alguien descubrió y demostró unos cientos de años más tarde, que la falange era un sistema más prudente y razonable para hacer la guerra. Y ya nadie rompía filas buscando la gloria personal. A esa, ya se la llevaría el jefazo de turno.
A lo que voy, es que el paradigma va cambiando. Hay que aceptar con resignación que las familias de tantos pilotos (heroes épicos) muertos no hayan recibido más que un sentido pésame en reconocimiento al sacrificio de sus hijos. Así como también que hoy una de las preocupaciones de los directores de este circo, sea que ningún miembro de la falange se haga pupa. Porque a diferencia de otras épocas, ya no viste a la categoría mostrar accidentes o incendios fatales. Y potencialmente, alguno puede perder mucho muchísimo dinero, o la libertad.
Una muerte es una muerte, y no hay modo de moderarla. Da lo mismo que la responsabilidad sea tuya o de otro, que sea en un choque de una carrera de autos, de calor en un partido de tenis, o durmiendo en tu casa. La sociedad debe hacer lo imposible por evitar muertes anticipadas, porque todos estamos condenados desde el día en que nacemos pero no es necesario adelantar las cosas.
Lo de Jules siempre llamó mi atención. No estaba viendo la carrera de Japón ese día, y me enteré luego. En seguida lo relacioné con el de María de Villotta, por las similitudes (los autos son muy seguros excepto cuando lo que impactas es pesado y tiene hueco por debajo; en estos casos tu cabeza es lo primero que impacta y no hay casco que valga).
Podemos discutir hasta el hartazgo si Jules debió o no aminorar la marcha en esas condiciones; yo seguramente lo habría hecho pero no soy piloto, y sabemos por demás que los pilotos algunas veces arriesgan más de lo necesario.
Lo que sí hasta el momento me pareció muy pobre es la explicación de la categoría. Pareciera ser que no tuvieran nada que corregir: La grúa estaba en el lugar correcto, las precauciones fueron perfectas y suficientes, no hacía falta safety car, los drenajes de la pista eran idóneos. Algo por aquí no me cierra.
Como consecuencia de aquellos errores y por temor excesivo a que se repitan, vivimos ahora en una F1 sobreprotegida: la imposibilidad de ver una salida en condiciones de lluvia. Ya lo dijeron algunos pilotos en la última carrera: los neumáticos de lluvia extrema sólo sirven para seguir al safety car.
En pocos años se suspenderán las carreras si llueve. Tiempo al tiempo.
Pues a mí me da que ni seguridad ni leches; si Hamilton hiciera salidas estratosféricas, tipo Alonso, y si además en mojado le salieran mejor, no veríamos bajo lluvia un Safety ni en pintura.
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