Resultaba demasiado temprano para poner a Connor como imagen de entrada, aunque confieso que ahí le andaba, en su sí es no es, hasta que he decidido a recurrir a René y su RE30B por recordar que los coches de carreras siempre ha tenido una marcada tendencia a romperse porque se supone, hacerlo en cualquier instante va en su ADN.
Dicho lo cual, aún no me quito de la cabeza la estampa de Daniel cruzando la meta en Sakhir perseguido por una espesa estela de humo. Tuvo suerte el australiano. De todos las desgracias posibles, le tocó la más cariñosa de todas: cascar el Energy de su RB11 bajo la bandera a cuadros.
Ahora bien, la cosa no es tan feliz como acabo de pintarla. Al tipo que gozó de toda la suerte que no tuvo Sebastian Vettel en Red Bull durante el año pasado, lo dejaba tirado la tercera plataforma propulsora en Bahrein mientras perdía de paso, una bonita cantidad de posibilidades de llegar entero a Abu Dhabi, porque el reglamento técnico preveía en ese instante la utilización de tan sólo cuatro motores por temporada, y penalizaciones a troche y moche para quien necesitase más.
Os leo.
Parece que se ha entrado en razón, es un decir, y al final serán cinco, como durante 2014, pero hoy no me interesa el aspecto matemático de la cosa sino el deportivo, ya que estas bobadas ahondan en dinamitar el poco espectáculo puro que nos queda.
La Fórmula 1 siempre había ofrecido una atmósfera de exigencia extrema. Los hombres al límite y las máquinas también, y como colofón, el fino y necesario equilibrio entre unos y otras que permitirá el milagro de llegar a la línea de meta en las últimas, sea en cabeza o en el fondo del pelotón.
Ahora bien, espero que coincidamos y se me comprenda, que no es lo mismo que montura y jinete concluyan después de parecer haberlo dado todo, que habiendo plasmando sobre el circuito, la sensación de haber terminado un gincana enfocada a la economía de recursos.
Y ojo, no me parece mal que haya límites presupuestarios que busquen la sostenibilidad del negocio —a ver si encuentro tiempo otro día y echo unas líneas sobre esto—, lo que me parece un soberano contradiós es que el reglamento deportivo penalice a los conductores con hasta diez puestos en parrilla, por cuestiones que en sentido estricto atañen a la calidad de las unidades de potencia o la factura y resistencia de las cajas de cambios, etcétera.
El piloto está para llevar el monoplaza al límite, repito. Esa es su función y por ello le pagan. Hacerle responsable de que su herramienta se rompa más allá de lo que supone quedarse sin vehículo, sin posibilidad de puntuar en una prueba y tenerlas tiesas durante el chorreo que le puede caer una vez haya vuelto a garajes con el casco en la mano, es malversar el sentido de la competición y empobrecer aún más el espectáculo.
¿Queremos que el negocio se sostenga y atraiga aficionados? Pues penalicemos económicamente a las escuderías cuando se pasan de la raya, pero dejemos que los tipos que se juegan la vida hagan lo que siempre: llevar los coches hasta sus últimas consecuencias y terminar las carreras con la lengua fuera y el corazón en la boca, porque en caso contrario, los estaremos convirtiendo en vulgares pisahuevos cuya principal función no será ir lo más rápido posible, sino evitar estropear la extensa huevera de la FIA.
Os leo.
3 comentarios:
Ya no solo con el número de motores. Yo diría que la fabricación de pisahuevos se debe aún más al limite de carburante por carrera y por supuesto a los neumáticos. y a veces a otras cosas ¿verdad Lewis?.....
Álvaro.
Canta mucho esta F1 edulcorada.
http://en.chessbase.com/portals/4/files/news/2011/gladiator01.jpg
Todavia recuardo a un tal Pedro de la Rosa conduciendo para Arrows , al ingeniero diciendole por la radio que no corriera que romperia el coche y patapam 2 vueltas y el coche reventando......
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