El pie cambiado

Esto de levantarse temprano tenía que tener sus ventajas. Estoy escuchando los últimos Keep Pushing como sonido de acompañamiento, y para mediodía ya podré decir que he recuperado todo el tiempo perdido entre los cambios de domicilio e instalación preliminar del estudio desde donde os escribo ahora mismo.

El caso es que en la entrada de anoche pespunteaba un problema que a mi modo de ver venimos sufriendo los aficionados desde que se impuso el pernicioso silencio de radio que reina en el paddock, ya que con tanta carencia de datos es imposible llegar a puntos de encuentro que nos permitan avanzar o crecer como colectivo.

Como he comentado otras veces, creo fervientemente en que hay una intencionalidad evidente en tanto uso del cuentagotas para entretenernos, pero también pienso que existe un grave problema en la forma en que tratamos de acercarnos a los fenómenos que nos ofrece la moderna ingeniería de competición, entre otras cosas, porque suelen ser observados desde una óptica que como poco corresponde al año inmediatamente anterior, y que son sazonados posteriormente, y si se puede, con los pocos datos actualizados que están a nuestra disposición.

Así las cosas, cabe decir que técnicamente hablando, la F1 de 2011 tiene mucho más que ver con la de 2009 que con la de 2010, puesto que Bridgestone, el Doble Difusor y el F-Duct, han desaparecido del mapa y el KERS ha vuelto. Es evidente que hay cosas del año pasado que se mantienen, como el aumento de batalla debido a la implementación de los depósitos de combustible para toda la carrera, y esa estela de propuestas que dejó como regalo el RB6 a sus rivales. Y es aquí donde según mi humilde modo de entender las cosas, deberíamos ponernos las pilas para empezar a explorar las alternativas o puntos de anclaje que responden a los nuevos supuestos, porque las reglamentaciones anteriores a 2009 sencillamente ya no vale y por tanto, tampoco deberían hacerlo las soluciones que trajeron consigo mientras duraron.

Dicho esto, comprendo que resulta materialmente imposible echar las cuentas en mitad de tanta oscuridad, lo que no entiendo tanto es el recelo que provocan las pocas explicaciones raras que afloran de cuando en cuando, ya que en el fondo, Newey y los demás ingenieros le ganan la partida a la FIA y su reglamento cada año, precisamente pillándola con el pie cambiado, planteando alternativas a lo ya visto, que en algunos casos son además de tremendamente imaginativas, sencillas de narices.

Para terminar, como aficionado, pediría a nuestros medios algo más de imaginación y menos miedo a mojarse, porque en el fondo creo que ahí radica el mayor problema de todos, pues tanta cautela nos deja indefensos en las manos de quienes quieren mantenernos a dos velas para susurrarnos al oído lo buena o mala que ha resultado la película, cuando la afición a este deporte, se ha forjado precisamente a base de verlas desde los títulos de crédito hasta el The End.

Es una idea.