sábado, 21 de julio de 2018

The past is not enough


«Este mundo es una ilusión. Lo único real es la memoria. Pero la memoria es una invención...»

Estas palabras de Manoel de Oliveira, amablemente cedidas por J-Car, sintetizan a la perfección la razón por la cual, nuestro deporte busca con ansiedad los remansos de su historia en vez de chapotear en la actualidad, no sea que haciéndolo nos mojemos demasiado, nos expongamos a la intemperie y quedemos significados y seamos señalados en público por los modernos jueces que habitan las redes sociales.

Me resulta curioso en todo esto, que habiendo un campeonato como el de 2018, que dicen que está buenísimo, sigamos refugiándonos en un pasado pluscuamperfecto que adolece tanto de medias verdades como de exceso de edulcoración.

Así las cosas, de Schumacher recordamos su etapa en Ferrari y olvidamos la de Mercedes AMG. Sobre Senna insistimos en su misticismo en vez de en sus numerosos pecados de soberbia en pista. Luigi Musso sólo era ludópata en los anecdotarios y notas al margen. Nino Farina se mostraba rocoso sobre el asfalto, duro, pocos hablan de que pudo resultar peligrosísimo en muchos de sus actos...

Parece imposible de creer, pero a Damon Hill tuvo que protegerlo la policía de los seguidores del Kaiser en el Gran Premio de Alemania de 1994, que también amenazaron con quemar los bosques de Hockenheim en represalia porque el de Kerpen cumplía su segunda carrera de exclusión. Algo similar le ocurrió a Alain Prost en Interlagos 1993 con los hinchas de Ayrton...

Me encanta el pasado, ¿cómo no me va a encandilar? Otra cosa es que habiendo una liga en juego, no entienda muy bien cómo viste tanto hablar de la liga de los años 30 o 40 del siglo pasado, obviando constantemente los aspectos peliagudos, ¡cómo no!; como si en vez de disputar fútbol, entonces se bailara ballet en los terrenos de juego.

Nuestro deporte está tan plagado de sombras como de luces, pero hacemos más caso a estas últimas porque son más fácilmente asimilables que las otras, las que nos llevarían a hacernos preguntas, las mismas preguntas que no queremos hacernos ahora por no pringarnos, por evitar tomar partido, por no formar parte de feas guerras banderizas. En una palabra: por dejar que el presente muera para seguir consumiendo un pasado idílico que, como decía Oliveira, es pura invención.

Os leo.

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