miércoles, 25 de julio de 2018

Pedro, 2006


Si la cosa está bastante jodida para Fernando, ni os cuento cómo lo tenemos con Pedro, uno de nuestros mejores pilotos, siempre con permiso del fandomeo que protege tanto nuestras murallas como se mira el ombligo.

Hoy es Santiago Apóstol, fiesta grande de Gorliz. El bueno de Santiago el Mayor es también el patrón de Galizia y de España, y no por este orden, y mira que a mí estas cosas de las santidades me importan bastante poco, pero miro nuestro pequeño mundo con bastante pena porque con tanta chuminada como abunda vamos dejando paso a las santidades de otros como si tal cosa —no de los que vienen de afuera, no seáis malpensados, que tenemos morralla autóctona como para exportar—, porque, en el fondo, nos hemos olvidado de que lo más sagrado como pueblo es nuestra dignidad, profesemos la fe que nos dé la gana o seamos de un color político u otro.

Me interesa la buena gente, a la otra prefiero dejarla de lado. Los que habéis tenido oportunidad de conocerme en persona sabéis que no pregunto por intimidades, que en realidad me interesan más bien nada. Estrecho la mano, doy un abrazo o poso mis labios en una mejilla, y sobre todo miro a los ojos, el espejo del alma. Ahí me veo, y si me reconozco: sigo adelante.

Pero me dejo de disparates de día festivo. Decía al comienzo que si ya es complicado que reconozca todo lo que nos ha dado el Nano la caterva de inocentones que está reordenando el mundo para que no les produzca gastritis, con nuestro buen Pedro hace tiempo que perdimos la guerra.

El frikerío es muy hideputa con estas cosas, y lo cierto es que a De la Rosa empezaron bien pronto a darle hasta en el cielo del paladar sencillamente porque el barcelonés se protegió poco. Podía haberse cuidado, haberse enmascarado en mil y una atmósferas a cuál más etérea, pero prefirió seguir siendo Pedro, y así nos ha ido a él y a nosotros.

He escrito bastante sobre su figura pero siento que no ha sido suficiente. No se le ha perdonado nada, ni siquiera que como comunicador haya terminado triunfando.

Es un sindiós, pero un tío con su curriculum no pasa de gafe en pista ni de excesivamente correcto en el plató de televisión, pero este mismo Pedro nos regaló en 2006, precisamente en Hungaroring, una de las carreras más bonitas y electrizantes que recuerdo. Sustituía en McLaren a Juancho Montoya por orden de Dennis, pero en agua hizo morder el polvo al Schumacher bendecido por Whiting y piloto de la por entonces todopoderosa Ferrari, y los españolitos marineros, soldados, solteros, casados, amantes, andantes y alguno que otro cura despistao, que cantaba Mecano, le hemos pagado el esfuerzo dándole la puta espalda.

Pero hoy, 25 de julio, día del Señor Santiago, jornada en que mi abuelillo José Oyarbide se vestía de guapo como si no hubiera mañana, me apetecía recordaros que sin dignidad no somos nada.

Os leo.

2 comentarios:

pocascanas dijo...

Gran entrada, que hace un poco de justicia sobre el asunto.
Y gran foto: el auto movido y el casco del piloto quieto... magistral.

Saludos desde el Coño Sur

Keskus dijo...

Dejo por aquí, con tu permiso, José, una de las entradas más bonitas y que más me han emocionado de este blog, después de tanto tiempo, la sigo teniendo en mi recuerdo:

https://elinfiernoverde.blogspot.com/2017/08/cien-mil-itacas.html?m=1

Un saludo, maestro.