martes, 3 de julio de 2018

A Horse With No Name


Al paso que van nuestros guardianes de la llama, calculo que tardaremos una década en comenzar a poder analizar con cierta perspectiva lo que está sucediendo, objetivamente, como les gusta decir a ellos.

Sacudo con cierta regularidad las líneas de la prensa británica. Como pasatiempo no lleva a ninguna parte, lo admito, pero como os he confesado otras veces, espero y deseo que alguien responda. 

Tampoco lo veo tan difícil. A ver, allí, como aquí, estoy seguro de que tiene que haber vida alienígena maja, es decir: periodistas u opinadores de esos responsables con el compromiso que adquirieron con la verdad, que se hacen auténticas preguntas, que buscan respuestas, y, lógicamente, que se animan a desmontar sin miedo el discurso oficial, nuestro catecismo vigente.

No están ni se les espera porque de momento la mediocridad sigue cotizando al alza en todos los puntos del orbe y, en el fondo, se sigue estando tan agustito... pero sé que en el instante menos pensado aparecerá uno de estos ejemplares y alzará su voz y la doctora Arroway pedirá a sus colaboradores que vuelvan a ponerlo por ver si se escucha algo más.

A lo mejor Ron Dennis ya ha hablado para entonces, o incluso Mansour se ha animado, por fin, a desvelar qué prometió a su hija Sara durante las vacaciones de aquel lejano verano de 2007. Quién sabe si Montezemolo se ha cansado de verdad, deja de amargar con Marchionne y decide cantarle las verdades del barquero al de Chieti... O Bernie, ¿por qué no él? A lo Charles Foster Kane, sosteniendo la bola de nieve en su anciana mano, pero pronunciado el nombre de pila del hidalgo Quijano en vez del enigmático Rosebud.

El detonante importa poco, la verdad. Lo importante aquí es que ese hipotético Paul Atreides sea británico y trabaje para medios británicos aunque cuando se disponga a contar su verdad se esté jugando el puesto y seguramente algo más. Hollywood puede hacerle una película, pero tampoco es demasiado relevante.

Como los paladines de las historias de viejo, nuestro héroe no debe mostrar miedo al qué dirán ni a las consecuencias de sacudir la alfombra y abrir las ventanas, bastará su empeño en poner luz sobre eso que salta por los aires cuando un piloto que se arrastra por los circuitos del Mundial F1 anuncia que pretende participar en las 500 Millas de Indianápolis de 2017. Pero, ¡por Dios!, que lo escriba negro sobre blanco y en inglés, porque como lo haga en otro idioma no servirá de absolutamente nada y los guardianes de la llama del futuro no le harán puñetero caso.

Son importantes estos matices. Debe existir oportunidad para la reflexión, y nos pongamos como nos pongamos, hoy por hoy no la hay porque el presente da yu-yu, auténtico pánico, tanto que antes que mirar a la realidad a la cara, sigue siendo preferible debatir, pormenorizar, tratar de aclarar y puntualizar su perspectiva personal sobre, por ejemplo, lo que sucedió entre Ayrton Senna y Alain Prost hace 30 años, o lo que es lo mismo, en vez de dar su opinión sobre las legislaturas de Mariano Rajoy y la recién estrenada de Pedro Sánchez, hablar a todas horas sobre la etapa de Felipe González al frente del Gobierno, ¿quién narices recuerda al gobernante sevillano? ¿A quién coño le interesa ese ejercicio?

He utilizado este mismo título en otra vieja ocasión, pero hoy he matado a un amigo y necesitaba limpiar mi aura. No me gusta que duden de mí aunque en el fondo lo comprendo, doy para eso y para bastante más. El ahora acojona y está bien, entiendo, esperar a que un anglosajón nos lo descubra dentro de diez años. Pero Indy 2017 supone el momento exacto en que Fernando deja sin armas a sus enemigos y los expone en pelota picada ante el mundo. De ahí viene nuestro ahora...

Somos un fluir. Hay quien postureando prefiere parecer atento al discurso del río, pero a mí me siguen interesando sus remansos y rápidos. El análisis del curso se lo dejo a los listos de la clase, ¡faltaría más!, pero, repito: me interesa el ahora porque no tengo miedo al presente. ¿Para qué cojones hablar de Lauda y Rush si tenemos tan a mano una Fórmula 1 de 2018 que ha vuelto la espalda al único piloto que podría salvarla, con tal de apostar en su suicidio por Pin y Pon?

Os leo.

1 comentario:

ivano dijo...

Cuanta razón Jose. Pero...no hay más ciego que el que no quiere ver.
No entiendo ahora las alabanzas de Ross Brawn para que no deje el circo. Tener el mejor piloto en activo del mundo y tenerlo atado de pies y manos para no evidenciar a los ídolos de barro.