viernes, 27 de julio de 2018

La postverdad


Lo acojonante de la postverdad no reside en que básicamente sea una gran mentira, ni siquiera en que con los mismos mimbres se podrían hacer mil y un cestos diferentes, tan falsos como el primero, lo aterrador es que quien la promueve se la cree.

No sé si lo recordáis, pero entre 2008 y 2015 aquí pudimos disfrutar de un postverdadero de pelo en pecho. Desconozco si el término postverdad ya había sido catalogado entonces, pero todo aquello nos supuso un auténtico coñazo que, por fortuna, el tiempo se ha encargado de ir desmontando. Aunque os parezca increíble, hablo desde la expertise más absoluta: mis cuñadas son postverdaderas desde que las conozco, y eso, amén de que da Puntos de Coraje en la Hoja de Personaje, te permite ver la vida con una infinita ternura porque a poco que las dejes hacer, hay pasajes de tu propia existencia que no reconoce ni la madre que los parió, ni por supuesto, tú que los viviste.

En fin, no me enredo. Decía hace no mucho que la próxima publicación del libro de Fernando Alonso está revolviendo el gallinero como hacía George Bush, a la manera preventiva, que quien dispara primero da dos veces en cuanto tiene coro de gilipollas alrededor.

Así las cosas, si ya nos hemos ido a 2007 para contar la verdad verdadera de lo que ocurrió en aquel preciso instante, mientras se anda rehaciendo las fábulas que decorarán para la posteridad el periodo hegemónico de Vettel en Red Bull, ahora nos sale Mark Hughes retocando al gusto británico el año 2014 en La Scuderia, que total, para qué vamos a hacer caso a lo que dijo al respecto Luca Cordero di Montezemolo si siempre hay alguien a mano que te permite transcribir lo que te cuenta pero sin que lo cites (sic).

Esto de las fuentes secretas es un recurso muy comprensible y también muy british, tanto que ya lo usó Max Mosley en 2009 con lo del Testigo X en el Crashgate, aunque la justicia civil también lo utilizó para quitar la razón a la FIA porque su juicio contra Flavio fue una farsa carente de garantías procesales [Briatore gana la batalla a la FIA].

Pero a lo que vamos, el artículo de Hughes tampoco es que esté mal [Mattiacci and Alonso – the real story], a pesar de que lo interesante para mí estribe en la facilidad con la que el autor esquiva decir que 2014 fue de lejos uno de los peores años de Ferrari de esta última década —anda por ahí 2009 y el listón está muy alto—, ni por supuesto, en que no toca para nada el brutal aumento de presupuesto que sufrirá la rossa en cuanto Montezemolo deje de ser un problema para Marchionne. Igualito que en 1991, sí, sí...

Mis cuñadas dicen que todo fue fruto de la casualidad, pero como las conozco, prefiero pensar que las temporadas de escasez económica en Maranello tuvieron como fin quitar del trono papal al de Bolonia.

Con vuestro permiso, dejamos para otro día hablar de 2013. Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mark Hughes, menudo mercenario inglés. Don Dinero, poderoso caballero.