lunes, 30 de julio de 2018

Acuarelista Gasly


En mis tiempos —¡joder cómo suena de feo esto!—, bastaba escribir o dibujar algo y presentárselo a quien creías que podía publicarlo, o en su caso, escribir o dibujar algo y pasárselo luego a un amiguete para que te hiciera el favor de enseñárselo a quien le daba trabajo a él... 

Todo pasaba por jugártela, por currar a cambio de nada al principio, con tal de poder demostrar al cabo, que si te daban una oportunidad podías responder adecuadamente, incluso saltando al vacío, como cuando me embarqué en mi primera aventura de hacer ilustraciones a la acuarela para críos, por la que cobré una mierda por cada pieza mientras me hacía acuarelista fino prácticamente por la cara, y también con mucho sudor, la verdad. 

Recuerdo aquella etapa porque si se llegan a enterar de que estaba aprendiendo los rudimentos de una disciplina que siempre me tiró para atrás en Bellas Artes, doy por descontado que me hubiesen cobrado ellos, y el negocio habría sido justo, que conste. No me pillaron, vaya, y la siguiente vez que quisieron contar conmigo ya sabía hacer acuarelas y cobraba diez veces más por cada imagen realizada... Y a la tercera yo era Dios y percibía el triple que mis mejores compañeros.

Hoy todo resulta infinitamente más fácil, basta pillar en redes sociales la llave a ese paraíso que sueñas, e intentar engañarla aludiendo a un «alonsismo feroz» que quiso hacerte trizas por decir algo parecido a lo que dice ella ahora, aunque no pudo ser porque sencillamente ya te tenían bloqueado...

Gasly es el trabajo y también es la apuesta old school, por eso he comenzado con este rollo. 

El francés está en Toro Rosso sabiendo que, metafóricamente hablando, puede morir en el intento. Pero no hay carrera en que no se tome en serio y esto mismo es lo que le hace tan especial: es consciente de lo volátil que resulta todo, pero de todas formas no deja de insistir en dar lo mejor que lleva dentro porque ése es el camino, como ha sido siempre. Con Renault el año pasado, con Honda éste, siempre apostando más fuerte que Brendon, siempre yendo un poquito más lejos, siempre luchando para que cada segundo consumido acabe valiendo realmente la pena.

Pierre tiene algo especial que aflora a la menor oportunidad, y honestamente pienso que ese es su mayor activo: su magia en tiempos políticamente correctos, donde medrar consiste en mentir sin que se note demasiado, o acaso, que se note lo justito.

Os leo.

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