domingo, 8 de julio de 2018

En peligro de extinción


Lo malo para Charles Leclerc es que es bueno y se nota, y digo que esto es negativo para él porque de manera inequívoca resulta muy apetecible para los cazatalentos habituales, quienes acostumbran a poner la lupa sobre cualquier piloto promesa con tal de pasear palmito, sin importarles una castaña si el chaval en cuestión se quema con tanta concentración de luz.

La verdad es que siempre queda espacio para el consabido: no ha sabido aprovechar sus oportunidades, pero, mientras tanto, la correspondiente turrada no nos la quita nadie, y el riesgo para él de una elevada exposición mediática, tampoco.

Fue que Helmut Marko —sí, herr doktor, el de Milton Keynes que controla también Faenza, sí, ése mismo—, dijera que ya estaba firmado que Leclerc sustituirá a Raikkonen en La Scuderia el año que viene, y que tengamos piloto monegasco hasta en la sopa. Para bien, gracias a Dios, pero es seguro que también será para mal a poco que se tuerzan las cosas, momento en que los cazatalentos abandonarán el patio de butacas como hicieron con Wehrlein, por ejemplo.

Resulta indudable que Charles es un caramelo para los que viven la Fórmula 1 en plan minuto y resultado. Es fino e inteligente al volante, rápido cuando puede, consistente también, pero lleva un Sauber y depende de ese Sauber. Y quedan 11 carreras por delante y la F1 es muy cabrona. No sé, pienso si no sería demasiado pedir que le dejásemos un poquito en paz, para que crezca y madure en pista y nos regale ese Leclerc que sin duda lleva dentro. Pero sin prisas, por favor, como si fuese uno de los últimos ejemplares de una especie a proteger. Igual lo agradecemos y todo.

Os leo.

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