martes, 3 de julio de 2018

Las mujeres y los niños primero


Me encanta el olor a napalm por la mañana...

Julio, tres, martes...  El Gran Premio de Austria nos ha dejado como regalo un bonito episodio de cliffhanger: «recurso narrativo que consiste en colocar a uno de los personajes principales de la historia en una situación extrema al final de un capítulo o parte de la historia, generando con ello una tensión psicológica en el espectador que aumenta su deseo de avanzar en la misma. El término es una expresión inglesa que puede traducirse como "dejar colgando del acantilado". Según el medio y tipo de historia, un cliffhanger puede ser simplemente una escena, una imagen, una acción dramática, o tal vez sólo una frase...»

La Wikipedia lo mismo nos recuerda que el cliffhanger ya lo usaba Cervantes a modo en El ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que nos afina el contenido apuntando a que es como el suspense francés o el castizo continurá: una incertidumbre intencionada que parece que ni hecha a posta ¡coñe!

Y bien, la carrera del domingo ejerció de motivo catártico. Tras los truñetes de Montmeló, Montecarlo, Montreal y Paul Ricard, lo de Spielberg se le fue de las manos al guionista y vino a reconciliarnos con la máxima expresión del automovilismo deportivo, ya que sin razones objetivas a las que agarrarse, en el Red Bull Ring tuvieron cabida todas esas cosas que pide un aficionado a una prueba y no suceden todos los días, que sé que nos entendemos.

El empacho ha sido monumental, pero que nos quiten lo bailado. Degradación de los compuestos, rotura de unidades de potencia, resurgir de Haas, cambios de posiciones en las tablas generales de Marcas y Pilotos. No sé si cogerme un paracaídas antes de ver el Gran Premio de Gran Bretaña, porque como en Silverstone volvamos a las andadas el aterrizaje puede ser épico, por no decir una galleta monstruosa, lo que en sentido estricto supondría otra variante de cliffhanger que pondría nuestra alma pendiente de un hilo y nos llevaría en volandas hasta el Gran Premio de Alemania, ¿qué sucederá entonces? ¡Misión cumplida!

Hamilton lo tiene a huevo en su casa. Pirelli utilizará ese tipo de neumático especial que apenas se nota —esto de que no se note ha levantado algunas suspicacias entre el personal que Mario Isola ya ha apagado con sus maneras de capitán de bomberos de película norteamericana—, pero visto lo visto en Spielberg, ¿alguien juraría ahora que la legendaria fiabilidad de los propulsores de Stuttgart no vuelvan a jugar una mala pasada a Brackley?

Además: ¿cómo renacen los héroes? ¿Cómo se reencuentran con su destino? Pues eso mismo.

Os leo.

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