sábado, 14 de julio de 2018

Casa Mercedes AMG


No os voy a ocultar que me habría gustado más que se hubiese celebrado en Nürburgring este nuevo retorno guadianero de Alemania al calendario de Fórmula 1, aunque bien mirado, a falta de pan buenas son tortas.

Hockenheim es más tilkódromo que el apaño perpetrado a las faldas de las Eifel. Seguramente es más bonito y desde luego resulta más rápido, pero tengo peor feeling con su dibujo y eso no se arregla así como así. En todo caso, se me daba bien en no recuerdo que F1 de la PlayStation, y si esto le vale de algo a Lance Stroll no veo por qué tiene que resultarme un impedimento a la hora de presentir que en 2018 puedo enamorarme de él.

La carrera del próximo fin de semana tiene todos los ingredientes como para resultar prometedora. Ferrari está fuerte y se ha consolidado en ambos tronos. Mercedes AMG también lo está aunque llega algo más adormecida que la italiana, pero Lewis clama venganza, o debería estar listo para reclamarla, y aunque esto haya supuesto el puntito kitsch del discurso periodístico —luego hablo de ello—, supone, sin dudarlo, el plato fuerte del Gran Premio de Alemania, al menos sobre el papel.

Construido originalmente en 1939 como circuito de pruebas de Mercedes-Benz, la II Guerra Mundial y los avatares de la posguerra situaron a Hockenheimring a la sombra de Nürburgring. Allí murieron Jim Clark disputando una prueba F2 y Patrick Depailler entrenado sobre su Alfa Romeo, pero no será hasta 2002 que comprenderemos lo que habíamos perdido (definitivamente) al meter la Fórmula 1 en plena edad moderna.

Hermann Tilke, el brazo armado de Bernie en cuanto a asfalto, hormigón y obra civil, encuentra la cuadratura del círculo seccionando la vieja cuerda mediante la rapidísima Parabolika, pero no contento con dejar de lado los bosques y las rectas que los atravesaban, asesina vilmente su espíritu velocísimo inicial colocando a unos cientos de metros de Hairpin el meritorio y nunca suficientemente valorado Mercedes (Benz) Arena.

Y aquí quería llegar yo, porque hemos mencionado tantas veces la palabra Mercedes en este texto que ya va siendo hora de recalcar que Hockenheim no es la casa de Sebastian Vettel, como se va diciendo, sino la de los chicos de Brackley, que para eso Hamilton y Bottas defienden a la de las tres puntas.

Os leo.

1 comentario:

pocascanas dijo...

Era el Monza alemán.
Duele verlo.