viernes, 6 de julio de 2018

Tempus fugit


Hay higueras que envejecen y hay higueras a las que va doblegando el paso del tiempo. 

Aquí mismo, a unos metros de donde vivo ahora, existió hasta 2007 un caserío cuyo piso superior estuvimos a punto de habitar en 1986. Mi suegra se empeñó en arruinar aquel sueño como posteriormente hizo con muchos otros, pero no me enrollo: ésa es otra historia y lo importante para ésta es que en aquel caserío al que me estoy refiriendo había dos higueras que plantó el bisabuelo de Cata más o menos por la misma época.

Una de ellas creció al abrigo del muro que separaba el pago familiar de las tierras del vecino, la otra anduvo más expuesta a las inclemencias y a la intemperie. Además, a ella se subían los niños y niñas, y por supuesto mis sobrinos y mi hijo. Allí se puso el columpio, y tanto Tom como Sambo y Tomy, estos últimos los perros que conocí yo, siempre mostraron preferencia por su tronco a la hora de marcar territorio. Sus higos eran más menudos de tamaño que los de su hermana, pero infinitamente más sabrosos, y el caso es que al abordar esta entrada casi podría jurar que su protagonista pensaría que era mucho más valiosa que la otra.

Lo cierto es que empecé muy pronto a golpear «el modelo» de Ecclestone con intención de mostrarlo en público; por supueso, siendo consciente de que no podía derribarlo. Nadie podía hacerlo, el británico era indestructible, imprescindible, decían. Después de él el caos.

Como curiosidad os puedo comentar que aquello coincidió prácticamente con la entrada de las excavadoras de la constructora que había comprado el terreno, para allanar el suelo donde se acabaría levantando la urbanización en la que vivo, derribando, claro está, tanto el caserío como el cobertizo y las dos higueras y los frutales, el nogal y el cerezo... Quedaron en pie en tierras municipales la mimosa que murió el año pasado, el ciprés que aún señala el cielo, y un naranjo que pertenecía a la huerta. Gracias a Dios, pude poner a salvo mis recuerdos...

Ver el otro día a Bernie con bigote y perilla me hizo revivir muchos de ellos. También me llevó a pensar en la higuera de higos pequeños, la que aparentemente sufrió por las dos pero resultaba más bella porque tenía mil historias más que contar.

Vivo entre ancianas y sé perfectamente que lo más importante a la hora de intentar sobrevivirlas es impedir como sea que te hagan viejo a ti. No son conscientes pero se portan como los faraones. Aspiran a ser el centro del monumento funerario y a que desde el arquitecto al último esclavo que intervino para levantarlo, las acompañen en el viaje más largo. Por eso sé, también, que alguien como la Bruja de Blancanieves, que se rebela con bigote y perilla a que el paso del tiempo le siga marcando cicatrices, se merece al menos unas líneas generosas.

Con el transcurso de estos años he aprendido mucho de Bernie, a veces cosas que no habría querido aprender, como me ha pasado con mi suegra. Y me parece justo reconocer en él a esas higueras a las que modelan y cincelan las edades pero sólo acaban tumbando las excavadoras y los bulldozer.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por lo menos a mi me dejas sin palabras.
Hay días que por lo que sea, lo recuerdos vienen a uno en forma de tristeza por lo que el tiempo fue y lo que pudo ser. Y buscando algo de soledad en la noche, buscando rodearte de amigos, lees algo que te hace pensar que no eres el único baqueteado en estas batallas. No puedo dejar de ver en algunas palabras una despedida. A algunos se les echa en falta incluso antes de que se retiren.

Un saludo
Sr.Polyphenol