lunes, 9 de julio de 2018

Cuando la seguridad no es el problema [16-03-2013]


Por la razón que sea, el Gran Premio de Gran Bretaña es una de las pocas carreras del calendario cuya realización televisiva podría optar a algún Oscar®. Ésta edición tampoco ha defraudado, aunque por contraste, me ha permitido recordar algunos aspectos sobre seguridad que plasmé en mi espacio en Diariomotor allá como a mediados de marzo de 2013. La clasificación para el Gran Premio de Australia de aquella temporada se quedó a medio disputar el sábado, y se dejó para el domingo por la mañana su conclusión. Pero había truco...


Como resultado de la decisión tomada por la Dirección de Carrera del G.P. de Australia de paralizar la disputa de la clasificación tras haberse resuelto la Q1, en base a que las condiciones de visibilidad y el agua depositada sobre la pista así lo aconsejaban, dejando para mañana (01:00 hora española) las fases Q2 y Q3 de la misma. Han surgido inmediatamente voces que reclamaban algo de mayor seriedad al respecto del uso que se hace de la seguridad en F1, porque no parece de recibo aceptar que por una cuestión en cierto modo menor (y entiéndase menor en su adecuado contexto), se afecte de manera tan grave al discurrir de una prueba.

Los modernos vehículos de F1 disponen de medidas de seguridad tanto activas como pasivas, y tienen a su disposición, al menos sobre el papel, una buena cantidad de recursos, incluidos los neumáticos, como para resolver satisfactoriamente una coyuntura tan desfavorable como la que supone un aguacero sobre un circuito como Albert Park, por lo que cabe analizar detenidamente cuáles han sido los factores reales que han hecho inseguro correr en Melbourne.

El primero, sin lugar a dudas, ha sido la elección del horario, que como sabemos, corresponde a la media tarde europea, concretamente a las 17:00 horas, un momento en el cual, en todos los husos horarios otoñales (en Australia es otoño por estar Oceanía situado en el hemisferio Austral), el sol comienza su rápido declive hacia el ocaso, circunstancia que si en otras ocasiones no ha supuesto ningún problema porque la calificación viene a durar 1 hora sin interrupciones, hoy se ha visto agravada por las neutralizaciones, que han supuesto un considerable retraso sobre lo previsto y han permitido que el cielo encampotado y la propia lluvia hayan ayudado a reducir aún más, una visibilidad que estaba menguando por el inevitable atardecer.

Pero, ¿por qué no lo hemos percibido?


En las dos imágenes de arriba he tratado de comparar el efecto logrado por las cámaras al abrir el diafragma en aras de aportar mayor claridad y vistosidad a las fotografías o retrasmisiones realizadas con poca luz, con lo que podría ser lo que ve el ojo de un espectador situado a pie de pista en las mismas condiciones ambientales. Como espero se pueda observar, en la instantánea superior se percibe una mayor cantidad de detalles porque hay más claridad gracias a que en apariencia hay más luz; en la inferior, sin embargo, los detalles se empastan y pierden relevancia.

El segundo problema, y no menos importante, atañe a la posición del piloto en el habitáculo, que con respecto a épocas pasadas, se ha ido desplazando hacia abajo con el paso del tiempo para facultar la correcta disposición del centro de gravedad del vehículo, y lo que tiene aún mayor importancia para el tema que tratamos, para favorecer la aerodinámica del coche.

Así, con un morro elevado que permite que el caudal de aire delantero se bifurque a su llegada al splitter, para recorrer los laterales a través de los pontones y llegar a la zaga, el piloto se ve obligado a conducir prácticamente tumbado, en una postura que reduce la visión frontal y le obliga a enfocar mucho más lejos de lo que era habitual hace unas décadas, con muy poco margen para mover la cabeza además, porque entre lo voluminoso de los cascos, el HANS, y las partes protectoras que rodean el cockpit, sólo hay espacio para mirar al frente más allá de lo que permite la carrocería del morro y si acaso, a los retrovisores.

Si a ello sumamos los complejos volantes que llevan entre manos y el nivel de atención requerida para circular a alta velocidad, es fácilmente comprensible que ante una situación de menor luminosidad como la descrita anteriormente, en la que la cortina de agua limita aún más la visibilidad o incluso puede llegar a anularla en determinados casos, conducir bajo la lluvia medio a ciegas se puede convertir en un infierno en el que el riesgo propio de la actividad, se multiplica hasta límites insospechados porque resulta prácticamente imposible descubrir las referencias para las frenadas, por ejemplo, o ver a través de los minúsculos espejos si se está acercando un rival, actividades por otro lado normales y sencillas cuando las condiciones lo permiten.

Por tanto, en Australia, la seguridad de los pilotos, siendo el problema esgrimido como excusa para el retraso de la Q2 y Q3 hasta mañana, no ha sido el problema en sentido estricto, sino una consecuencia totalmente lógica de unas circunstancias concretas que la han puesto en riesgo —que han hecho inseguro correr—, razón por la cual, pilotos y escuderías han coincidido con la decisión tomada por Charlie Whiting.

1 comentario:

Fabian Prieto dijo...

En retrospectiva, parece absurdo que no se hayan tomado medidas similares en aquel infame GP de Japón de 2014 que le terminó costando la vida a Jules Bianchi.