domingo, 8 de julio de 2018

Las buenas intenciones


Iba a titular esta entrada «Cuando las cuñadas dominen la Tierra» pero lo he pensando mejor y me he dicho: ¡Literalidad, José Antonio, literalidad!, ¡que luego aparece la Chica de la Curva y se monta el pollo por cabalgar a lomos de un barquillo...!

También es verdad que «Cuando las cuñadas dominen la Tierra» era un título bastante denotativo, pero mejor lo dejamos así, en «Las buenas intenciones». Y es que sí, aunque parezca increíble vivo rodeado de cuñadas y mi vida transcurre como si ellas dominaran el planeta. Todo son buenas intenciones, todo se realiza por el bien de la comunidad, pero llegada la hora de la verdad, si no te revienta un volcán en la cara toca seísmo o tsunami, o te golpea el meteorito que dicen que se llevó por delante a los dinosaurios, y pasado el susto —siempre se pasa—, ¡tócate las avellanitas que ahí están ellas!, ¡intactas, impolutas, dispuestas a seguir marcando el rumbo de lo que queda de Humanidad!

Y sí, también, pensaba en mis cuñadas cuando, analizando la actualidad de nuestro deporte, sigo percibiendo que hay tantas piezas que no encajan que tal vez haya que insistir, de nuevo, como Matías Prats, en que los equipos se lo están poniendo bastante difícil a Liberty Media pero con la mejor de las intenciones.

Ahí donde los veis, los tres tipos de la foto de encabezamiento controlan directa o indirectamente a ocho equipos de los diez que componen la parrilla. Arrivabene a Ferrari, Haas y Alfa Romeo Sauber. Wolff a Mercedes AMG, Force India y Williams. Y Horner a Red Bull y Toro Rosso.

Falta en ella Cyril Abiteboul, que en este mismo orden de cosas, muy bien se podría decir que controlaría a Renault y McLaren si tuviese suficiente poder, que por la razón que sea no lo tiene, y a las pruebas me remito...

En fin, como hemos comentado en otras ocasiones, gracias a Bernie y a su Grupo de Estrategia, los gigantes dominan el cotarro y hacen y deshacen a su antojo, como mis cuñadas. Si ellos quisieran Pirelli sólo se conjugaría en pasado. Si ellos lo consideraran pertinente, disfrutaríamos como cosacos sin vernos expuestos a los rigores absurdos que fijan límites en entrenamientos, en unidades de potencia, en consumo por hora, etcétera; que penalizan al conductor en vez de al equipo si algo falla...

Son todo buenas intenciones, no lo niego, pero suponen el auténtico problema al que se enfrentan Ross Brawn y sus ideas regeneradoras. Tienen suficiente poder como para seguir llevándonos al precipicio porque controlan el 80% de lo que sucede en las carreras y los campeonatos, pero cuando Liberty les advierte de que así nos vamos a la mierda, ellos contestan amablemente: «Me gusta cuando sudas porque estás como ausente.»

Os leo.

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