viernes, 8 de junio de 2018

No lo es todo...


Leyendo algunos artículos y opiniones sobre Fórmula 1, uno tiene la sensación de que no hay nada en este mundo como pillarte un millonario de colegón del alma. Luego viene la realidad como Paco el de la rebaja, y se empeña en demostrar día sí y día también, que no se soluciona nada sólo con inyecciones de pasta.

Será que las series de televisión nos tienen bobos. Los millonarios campan a sus anchas y nos enseñan sus mansiones, pero a la hora de la verdad: acumulan deudas —millonarias, eso sí—, están empufados hasta el cuello y sufren de desamores y traiciones como todo pichichi. Vamos, que tampoco es que sean muy felices aunque lleguen a fin de mes más holgados que los que no salimos en la lista Forbes.

Así que imagino que entre el «Los ricos también lloran» y el «Hay cosas en la vida mucho más importantes que el dinero... ¡pero cuestan tanto!» que decía Groucho Marx, en lo que nos toca debería poder trazarse un punto medio que explicara por qué los millonarios ponen cachondo al personal de la prensa especialista cuando aparecen en el horizonte, pero luego ná de ná.

Y si no que se lo pregunten a Williams, o mejor, al hijo del millonario canadiense Lawrence Stroll, que se andada preguntando en Mónaco qué sentido tiene correr, ahí, con una vela y dos bolitas [Es ridículo, ¿qué sentido tiene correr?].

Hombre, desde luego no soy el más indicado para responder a esta pregunta. Como buen autónomo, lo mío es bregar con la comanda diaria, que diría Chicote, mantener la caja de resistencia lo más boyante posible, y si hace el caso, esperar pacientemente a que los 30 eurillos semanales que invierto en la suerte me den alguna alegría de las buenas, de esas que te quitan de pobre para siempre. Más allá sinceramente no sé. Y no, tampoco entiendo cómo un tipo suertudo como Lance puede quejarse.

Papá le ha comprado un asiento en un auto guapo y ahora que las cosas no van como estaba previsto, don Lawrence sigue firme al timón, buscando salida a tan difícil situación, que aunque es un recurso habitual en las series del CSI (son las que más me gustan, y desde hace tiempo), tampoco es que llegue a asimilar del todo cómo los millonarios son tan dados a buscarse marrones de los que luego se ven obligados a salir invirtiendo toneladas de esfuerzo.

En fin, que me distraigo. El parné no lo es todo en Fórmula 1. Siendo malo diría que está muy sobrevalorado en la actualidad, porque estos pastizales y sus cifras seguidas de ceros y ceros, los pones en manos de un Ken Tyrrell, un Collin Chapman o mismamente un Enzo Ferrari, y a estas alturas de la película sospecho que estaríamos todos alucinando en colores.

Así que con vuestro permiso lo voy a dejar aquí, pues a lo mejor el que tenía razón era Bernie cuando echaba en cara a Ron Dennis que se quejara de lo caro que estaba el asunto, recordándole que McLaren necesitaba 15 camiones para establecer su base de operaciones en cada circuito. Y es que a lo peor es esto: que la Fórmula 1 vive tan por encima de sus posibilidades que ni un millonario samaritano es capaz de hacerla rentable.

Os leo.

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