sábado, 16 de junio de 2018

Frenos y gomas #25TLM18 [06]


Las peculiaridades del circuito de La Sarthe lo convierten en un trazado infernal para frenos y ruedas, y aquí no hay magia ninguna.

Los peraltes —habituales en otro tipo de cuerdas enfocadas a la competición automovilística—, prácticamente no existen en Le Mans. Y si llegas rápido a una curva y no vas a encontrar ayuda en la definición del terreno, los que van a sufrir de lo lindo van a ser los frenos y los neumáticos porque el coche tiene que reducir su velocidad sí o sí.

Se habla poco de este aspecto técnico porque se da por sentado o asumido, que La Sarthe utiliza en mucha parte de su recorrido carreteras de uso diario, pero me parece interesante recordar a estas horas del sábado que estamos ante una prueba que discurre casi en los mismos términos que los F1 en Montreal, por ejemplo, pero a lo bestia.

Baches, parches de asfalto, reasfaltado de zonas completas y su correspondiente convivencia con terreno viejo y por tanto dotado de poco grip. Rasantes como la que antecede a Mulsanne Straight, siempre limada y siempre insuficientemente limada, y por supuesto, curvas previstas para que las transiten turismos que no deben exceder las marcas de velocidad reguladas, hacen de Le Mans un grandísimo hijo de puta de casi 14 kilómetros de recorrido.

Y es que a mediados de junio sobre su pista corren auténticos cohetes. Bichos que alcanzan velocidades de vértigo que deben reducir su velocidad porque los ángulos son ángulos aquí y en cualquier sitio.

Así las cosas, la ausencia de peraltes que ayuden en la operación hace que la cosa del frenar se ponga bastante peliaguda y, obviamente, que los frenos y las gomas se lleven la peor parte. Los primeros porque son imprescindibles en la fase de frenado (y recuperación de energía en el caso de los híbridos), y los segundos, porque al igual que sucede en Fórmula 1, absorben una bonita proporción de las irregularidades del terreno o las peculiaridades de la competición, como una parte más de la suspensión, que es lo que son.

Los GTE usan discos de freno de acero, pero en LMP2 y LMP1 son de carbono, lo que no quita ni un ápice de importancia a la cantidad de esfuerzo que soportan a lo largo de más de 4.000 kilómetros.

Con los neumáticos pasa tres cuartos de lo mismo y disculpadme que no me extienda con esto. Se sobreentiende que hay que cuidarlos en cada relevo, pero resulta interesante, o me lo parece, entender por qué en las 24 Horas de Le Mans ellos y los frenos son unas de las partes más frágiles del coche. Y es que La Sarthe podría pasar por ser un circuito urbano o semiurbano. Las rectas no son uniformes, el piso no es lo mismo de firme aquí que allí, las curvas se diseñaron para Fords Fiesta... No es Monza, vamos.

¿Suena a jodido? Es Le Mans...

Os leo.

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