A punto de terminar esta pequeña serie de textos sobre La 24 Horas de Le Mans, me apetecía dedicar una entrada a los numerosos aficionados a los Juegos de Rol y de mesa que comparten cariño por el automovilismo deportivo.
No sé qué hay pero algo hay, porque lo cierto es que conozco montones de jugadores y jugadoras que andan por la vida con un pie en cada cada uno de estos universos y ya sería casualidad que yo los conociese a todos. No imagino esa circunstancia, la verdad. Más bien me inclino a pensar que como está ocurriendo ahora mismo con el Mundial de Fútbol, o durante la liga, cada cual se busca la vida para pasar el rato como mejor le apetece, que tiempo hay para todo, siempre.
Motor y fútbol, motor y baloncesto, motor y literatura o música, o Juegos de Rol o wargames... ¿Qué es mejor? Hombre, esto es como cuando te preguntan si quieres más a papá o a mamá, o con cuál de tus hijos te quedarías en el hipotético caso de tener que elegir a uno solo: una soplapollez como la copa de un pino, para que nos entendamos, entre otras cosas porque yo sólo tengo uno y no cabría hacer ninguna elección.
En fin, en mi caso esta convivencia resulta un poco más rara, porque siempre que me he visto en algún tipo de compromiso creativo con un libro o una aventura que estaba escribiendo, he recurrido al automovilismo como quien va a la cocina a coger una galleta. ¿Cómo vas a llamar a un notario de Viena a comienzos del siglo XVIII? Pues Luca Badoer, suena de traca y no lo nota apenas nadie. ¿Un marchante de obras de arte? Guy Moll está bien... ¿Y un traficante de armas? Nicholas Tombazis queda de cine, no me digáis que no.
Si alguien tiene la ocurrencia, dentro de dos o tres décadas, de revisar mi obra literaria se va a llevar más de una sorpresa porque el automovilismo deportivo aparece en los momentos más inesperados.
Ya decía antes que hay poco de intencionalidad en ello y mucho de tirar de recursos a mano para continuar con la faena, pero ahí está, tanto en mi obra infantil como juvenil y adulta, y por supuesto en los Juegos de Rol.
Y como chascarrillo os contaré que mi primera incursión profesional (sic) en este género, se titulaba TNC, Tormenta No Controlada, y se desarrollaba en Las 24 Horas de Le Mans.
El módulo-aventura data de 1993 y tengo la confesión grabada de uno de los editores, aludiendo a que aunque a él no le gustaba un pelo, por lo irreverente y por la enorme carga de humor que llevaba el texto, TNC había vendido más y era más reclamada que Semilla de Acero. El truco jamás existió. Había que hacer algo corto y en tiempo récord, y puesto que mis compañeros eran más de parir ladrillos a lo largo de meses de arduo trabajo, tiré de un entorno que conocía bastante bien para cumplir el encargo de Igor: las 24 Horas. Luego introduje en la trama a la impagable agente de Heracles Agnes Leblanc y el resto vino solo.
Lo he recordado esta mañana viendo el Toyota TS010 de aquella época. Sí, aquel vehículo era uno de los protagonistas de mi texto.
En fin, en mi caso esta convivencia resulta un poco más rara, porque siempre que me he visto en algún tipo de compromiso creativo con un libro o una aventura que estaba escribiendo, he recurrido al automovilismo como quien va a la cocina a coger una galleta. ¿Cómo vas a llamar a un notario de Viena a comienzos del siglo XVIII? Pues Luca Badoer, suena de traca y no lo nota apenas nadie. ¿Un marchante de obras de arte? Guy Moll está bien... ¿Y un traficante de armas? Nicholas Tombazis queda de cine, no me digáis que no.
Si alguien tiene la ocurrencia, dentro de dos o tres décadas, de revisar mi obra literaria se va a llevar más de una sorpresa porque el automovilismo deportivo aparece en los momentos más inesperados.
Ya decía antes que hay poco de intencionalidad en ello y mucho de tirar de recursos a mano para continuar con la faena, pero ahí está, tanto en mi obra infantil como juvenil y adulta, y por supuesto en los Juegos de Rol.
Y como chascarrillo os contaré que mi primera incursión profesional (sic) en este género, se titulaba TNC, Tormenta No Controlada, y se desarrollaba en Las 24 Horas de Le Mans.
El módulo-aventura data de 1993 y tengo la confesión grabada de uno de los editores, aludiendo a que aunque a él no le gustaba un pelo, por lo irreverente y por la enorme carga de humor que llevaba el texto, TNC había vendido más y era más reclamada que Semilla de Acero. El truco jamás existió. Había que hacer algo corto y en tiempo récord, y puesto que mis compañeros eran más de parir ladrillos a lo largo de meses de arduo trabajo, tiré de un entorno que conocía bastante bien para cumplir el encargo de Igor: las 24 Horas. Luego introduje en la trama a la impagable agente de Heracles Agnes Leblanc y el resto vino solo.
Lo he recordado esta mañana viendo el Toyota TS010 de aquella época. Sí, aquel vehículo era uno de los protagonistas de mi texto.
Os leo.
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