jueves, 7 de junio de 2018

I want to believe


Con lo bonita que pintaba la normativa 2017 antes de ser estrenada y lo cuestionada que anda 18 meses después de haber sido aplicada...

Recuerdo que en verano de 2016 me lié la manta a la cabeza aprovechando que había poco de qué hablar, y escribí una serie de entregas [Ahora que no nos lee nadie] que no concluí porque empezó a haber cosas de las que hablar. Y si la traigo hoy a colación es porque en ella ya barajábamos la posibilidad de que el nuevo reglamento (entonces) hubiese sido parido como solución a los innumerables problemas de sufrían las ruedas Pirelli.

La idea era sencilla: si los neumáticos no eran capaces de responder a las necesidades de la era híbrida, permitiendo que fuesen más anchos se conseguía un mayor control de la presión por parte del fabricante —asunto espinoso desde 2015—, y así mismo, una mayor superficie en frenada que facilitaría un mejor funcionamiento del MGU-K. El problema estaba en que para dotar a los monoplazas de unas gomas más grandes había que cambiarlo prácticamente todo, como así se hizo.

Los coches a partir de 2017 son más vistosos que los del periodo inmediatamente anterior (2014 a 2016), pero lejos de desaparecer, los inconvenientes que se trataba de erradicar se han multiplicado. Una aerodinámica más agresiva y un mayor volumen de las ruedas han traído consigo la existencia de estelas de aire turbulento que hacen difícil los adelantamientos incluso con DRS. Las nuevas dimensiones de los cacharros están jubilando prematuramente determinados circuitos porque si ya resultaba complicado adelantar antes, ahora lo es más. El tema económico se ha vuelto a disparar y aunque estemos en junio, Force India, por ejemplo, ya ha advertido que se mete con el auto de 2019 en un abrir y cerrar de ojos, es decir, que abandona la competición aunque seguirá haciendo acto de presencia... Un no parar, vamos.

Los neumáticos sí que parece que han sido beneficiados por este nuevo escenario, lo que nos pone en que no íbamos tan descaminados en 2016.

Ahora bien, como mencionábamos ayer mismo [Una de frenos], la cosa sigue beneficiando a unos pocos —a los de siempre, para ser exactos—, y la parrilla como conjunto no ha mejorado sino que ha empeorado ya que ahora, la dependencia de los fabricantes de propulsores es mayor que antes, y por tanto, la diferencia con los equipos oficiales es más abultada, no tanto por números y estadísticas, sino porque los márgenes de respuesta se han reducido considerablemente, y si no, se lo preguntamos a Williams.

Es obvio que hemos salvado la imagen de Pirelli, pero como decía mi abuela: para este viaje no hacían falta alforjas. El proveedor único continúa marcando el calendario y la agenda diaria, exáctamente igual que entre 2014 y 2016 (y antes), y aunque ahora es verdad que lo hace desde una posición más cómoda, lo cierto es que sigue sin aportar ese plus que iba a favorecer la competición y por ende a la Fórmula 1 entera.

Nuestro deporte insiste en improvisar mientras promete que todo se resolverá en tres o cuatro temporadas.

Bernie ya no está pero su sombra se prolonga más allá de lo deseable. La protagonista de esta etapa es Liberty Media, pero no sé si llegaremos a 2021 y sus promesas de renovación absoluta. Cuesta creerlo. Cuesta asumir que la norteamericana lleva el Norte correcto. Hace poco, Pirelli hacía pública su firme oposición a compartir espacio con otro proveedor. Han vuelto a surgir los viejos bulos sobre las ruedas con llantas de 18 pulgadas (13 son las de ahora), pero como en el cuento de Pedro y el lobo, hoy nadie cree al pastorcillo...

No quiero ser agorero, no es mi costumbre. Pero resulta complicado creer y de esto sólo tiene la culpa nuestra bendita Fórmula 1, no se la podemos echar a nadie más.

Os leo.

No hay comentarios: