viernes, 8 de junio de 2018

Warhol y el escaparate [#BlueTrain/008]


Os he hablado más de una vez de esa bellísima obra que se titula 24 para Le Mans24 para Le Mans (Luis Ortego)» y «Con permiso: "24 para Le Mans"»] y hoy me veo en la obligación de volver a recomendárosla porque en su interior se habla profusamente de una de las iniciativas más alucinantes que han rodeado la actividad en las 24 Horas de Le Mans, que sin embargo —es mi humilde opinión— sigue sin ser suficientemente correspondida por los medios, ni siquiera hoy, cuando Porsche homenajea dos de sus libreas más legendarias en los 911 RSR que participarán esta edición de la mítica prueba francesa: la cerdito [Cuarto y mitad de 917 (#BlueTrain/024)], y la Rothmans, que vistió a los coches de Stuttgart tanto en rallies como en el Dakar como en el Mundial de Resistencia.

Los Art Car son un fenómeno de fusión entre arte y competición a la que mi buen amigo Luis da la atención que se merece. Y es que no es baladí decir que la carrera de La Sarthe ha servido a lo largo de su trayectoria casi centenaria, tanto de escaparate técnico como mercantil [Con faldas y a lo loco (#BlueTrain/012)], ámbito al que no podía quedar ajena la actividad artística, cosa que nos ocupará el ratito de hoy.

A decir verdad, el icónico Andy Warhol no fue el primer artista en acometer este tipo de tareas. Dos años antes de su incursión, Roy Lichtenstein ya había vestido a su manera un BMW 320i que participó en las 24 Horas de 1977, vehículo que logró quedar nono clasificado en la general, pero será el artista de Pittsburgh quien alcanzará mayores cotas mediáticas en 1979, cuando acepta el encargo de BMW para hacer una obra exclusiva sobre la carrocería de un M1 integrado en el Group IMSA.

Dicen que Warhol sólo tardó media hora en ejecutar su obra, pero ojito con esto, porque lejos de suponer liviandad, significa que tan comprometido estaba con el encargo que lo completó en tiempo récord.

Había trabajado con anterioridad en una maqueta escala 1/10 que le había proporcionado la de Múnich. Esas horas desde luego no han entrado, ni entrarán jamás, en el cómputo final de la obra. En todo caso, es arrogable al norteamericano el mismo interés y denuedo que aplicó a su serie «Campbell's» o a las referencias mundialmente conocidas sobre la imagen de Marilyn Monroe. El bueno de Andy, aunque algo devaluado a día de hoy, era un artista de los denominados obseso/compulsivos.

En primera instancia, Warhol propone un boceto basado en el color negro que es inmediatamente rechazado tanto por BMW como por Hervé Poulain, interlocutor y su enlace con la alemana. Ambos aprecian una clara falta de sintonía con la idea que pretende la bávara para las 24 Horas de Le Mans, y el artista acepta el rapapolvos pero a cambio impone que la carrocería la pintará él o ya se pueden estar largando por donde vinieron.

Poulain se deja lo que no está escrito intentado aclarar a BMW que existe un vínculo inexplicable entre el artista y su obra, y que lo más conveniente era (entonces) dejar a Warhol que obrase con total libertad. Múnich acepta aquel compromiso que no deja de parecer una excusa barata, y transige en que el pintor pop art haga de su capa un sayo casi en los garajes, casi a pie de pista. Nace así el coche que llevará el dorsal número 76. Media hora hasta ser completado... algo menos, para ser exactos.

«He querido reproducir fielmente la velocidad, si el coche es realmente rápido, todos los contornos y colores se volverán borrosos.» France Marcel Mignot, Manfred Winkelhock y el propio Hervé Poulain, lo llevarán hasta la sexta posición en la general en las 24 Horas de Le Mans de 1979. Se había roto un mito. La imagen empezaba a ser más importante que el dinero...

Dicen que Andy se puso hasta arriba de alcohol y drogas para celebrarlo, pero lamentablemente no hay constancia de ello... Eran tiempos Jedi, la fuerza encontraba cualquier camino para hacerse evidente.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué grande, Josete!