domingo, 10 de junio de 2018

Religión [#BlueTrain/006]


Supone pecado hablar de Las 24 Horas de Le Mans y no mencionar, siquiera en una entrada, la religión que profesan los miles de fans que se congregan en La Sarthe y aquellos otros que, desde televisores y pantallas de ordenador, esperan pacientemente a que el oficiante obre el milagro y esa edición en concreto a la que asisten, hoy como antes, sí, ésa, resulte ser la que quedará grabada en la retina de todos porque ha sido única o está entre las cinco que se pueden contar con los dedos de la mano como realmente buenas, excelentes, y mañana será relatada a nuestros nietos o supervivientes porque estuvimos allí o la vimos sin ser capaces de despegarnos de la retransmisión.

La esperanza hace al aficionado un ser ciertamente especial, que en Le Mans adquiere un gradiente todavía más asombroso. 

Si nos quejamos en Fórmula 1 de que las gradas de algunos circuitos están medio vacías, vacías por completo o se han rellenado con público de pega: militares, estudiantes, o gente afín al régimen correspondiente, o incluso se han tapado con lonas gigantescas que son aprovechadas para lanzar loas al viento sobre lo bien que van el presente y lo bueno que viene el futuro, en las 24 Horas, el público, su público, tanto presente como lejano o vicario, supone la presión arterial que delata el buen o mal estado de las cosas.

Bien atentos que están el ACO (Automobile Club de l'Ouest) y la FIA a que este estado sea lo más favorable posible. Un mal reglamento o unas previsiones demasiado halagüeñas para lo que hay, originan que los aficionados se muestren renuentes a participar en el sarao. Sin embargo, una diana completa: buena normativa y expectativas razonables en cuanto a competitividad, obran en sentido contrario y llenan La Sarthe de soñadores que deciden hacer viaje hasta el santuario, que a veces lo hacen tirando de tarjeta o incluso hipotecándose para 3 o 5 años.

En fin, dicen que al motorsport lo mueven la gasolina y el dinero, pero también hay que contemplar la importacia que tiene en este movimiento la ilusión que tiene el gentío.

Y es que en carreras tan características como Las 24 Horas de Le Mans, el acierto o fracaso de la metodología aplicada se puede medir por métodos científicos. Así, si la densidad de aficionados por metro cuadrado es pobre, se debe, sin duda, a que no se están haciendo bien las cosas. Por contra, si la bendita densidad de pobladores de gradas y pelouses es alta, supondrá señal de que hay sintonía entre promotor y consumidor...

Se deja de lado con demasiada frecuencia, pero esto del público asistente, bien en físico o bien mediante o a través de tecnología, es un dato a tener muy en cuenta. Este año 2018, por ejemplo, a pesar de que los gurúes hacen mohines por la presencia de Fernando Alonso, lo cierto es que se augura buena entrada y plenitud de acampadas en los aledaños y lindes del circuito. Y es que la Religión es la religión y sigue moviendo montañas.

Os leo.

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