domingo, 19 de agosto de 2018

Dulce pecado


En los once años que llevo con Nürbu no creo haber vivido jamás un agosto como éste, ¡Madre de Dios!

Me había pertrechado para aguantar el trallazo casi sin mover un dedo, pero, al cabo, tengo que confesar que el índice me duele lo mismo porque desde que Ricciardo anunció que se pasaba a Enstone, todo ha resultado un continuo y absoluto no parar, donde los motivos para escribir casi han salido solos y no ha hecho falta llamarlos con el reclamo de noticias que usan los juntaletras.

¡Pum, chimpanpúm! En época de ingenieros en pista se nos ha llenado el patio de pijos y peña que sólo entiende manuales para lavadoras, y así nos va, que todo son síntesis científicas y verdades de las buenas, y apenas queda espacio para la poesía cuando asoma las orejas en el horizonte uno de los pocos gigantes que nos quedan.

¿Quién no está enamorado de Spa? ¿Quién no cometió allí uno de sus primeros pecados? ¿Quién no recuerda ésas sus instantáneas viejas, como si lo que retrataban estuviera sucediendo ahora mismo...?

Leo a gente decir que ha visto las carreras de antaño y que es verdad que salvo dos o tres pruebas aquello era un perfecto truño, exactamente como ahora. Y pienso que les faltan la Coca-Cola y los cacahuetes, o el vaso de whiski, y al lado, el amigo petardo que siempre acertaba aunque la Sport Auto o la Autosprint pronosticaran otra cosa. O la madre gritando desde la cocina que se enfriaban los macarrones mientras en la tele Lobato bramaba ¡maaaagic! O antes, el padre en calzoncillos que pedía asilo en el sofá porque mamá roncaba en la cama y, de madrugada, pues eso, que mejor echar el ratito con el chaval, que vaya entretenimiento que se ha buscado con tal de estar despierto a las tantas.

Les falta el gran Pepe Díez pronunciando Aitor y Mikel como si Senna y Mansell fuesen de Arrankudiaga mismo, y el nerviosismo del lunes y el martes porque la Grand Prix Internacional aún no había llegado al quiosco...

Todos estos se han criado en ausencias, y es que a la Fórmula 1 la matas si le quitas los corrillos a la hora del bocadillo en Económicas —Bellas Artes no tenía cantina ni cafetería, y mira que luchamos porque nos pusieran una—, en los que se te inflaba el pecho hablando de un tal Alain Prost o contando cómo Lauda había vuelto luego de medio arruinarse con una aerolínea. O la sensación de plenitud que te embargaba cuando abrías tu revista especializada para leer sobre tus héroes mientras el resto del tren se entretenía con las páginas del fútbol o el Hola.

Y eso, que tenemos encima Spa-Francorchamps y toca pecar de nuevo, decirle a tu chico o tu chica que hoy no, que hoy te duele la cabeza, para ponerte después un poquito de eso que te gusta tanto, y sacar los panchitos o los cacahuetes aunque te hayas puesto hasta las trancas de marmitako. Y prestarte a cruzar los dedos para que haya suerte y llueva o Leclerc firme un Stroll en Bakú, por ejemplo. Porque la Fórmula 1, sin todos los aperos que trae consigo, sólo vale para estadísticas y datos y para dibujar aros de humo en el aire.

Os leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buena descripción y cuantos recuerdos me trae lo que has escrito. Josete, yo voy a pecar este domingo ;)

Anónimo dijo...

Me encantaba Pepe Díez, en especial cuando se refería a los coches como”bólidos”.
El mejor narrador de F1 en español que yo haya conocido.

enrique dijo...

Stroll ya ha dicho que no le gusta Spa... sintomático cuanto menos.

Cantina en bellas artes??? Hasta ahí podríamos llegar!!!! Estos rojos... ;)