martes, 14 de agosto de 2018

14 de agosto


Los mitos resultan magnéticos porque las capas de pintura y barniz que les ha dado el transcurso de los años, ha terminado por dulcificar las mellas, las grietas y los desperfectos de su figura.

Carlos Crego y yo compartíamos llamar Padrino a Enzo Ferrari. A él le fue mejor que a mí, la verdad, los ortodoxos no se lo tomaron en cuenta, lo que no impide que el de Módena tuviese en vida ese aire de jefe de famiglia italiana que lo destacó siempre por encima de los mortales, e hizo que el respeto a La Scuderia estuviese por encima de cualquier otra consideración.

En realidad, la exigencia de respeto a su obra ocultaba una voraz exigencia de respeto hacia su propia persona. Este aspecto, tan edulcorado posteriormente, supone la auténtica marca del genio italiano, y es que Enzo, al estilo de Miguel Ángel o incluso Mozart o Picasso, sólo era capaz de verse a través de sus realizaciones.

Su ímpetu creativo, su colosal personalidad, han trascendido por los siglos de los siglos porque él era así antes de que Montezemolo alumbrara la religión ferrarista y le vistiera de santo intocable. Ferrari era hombre antes que nada. Un hombre plagado de contradicciones que resolvía a golpe de decisiones. Sabía perfectamente lo que suponía tomar riesgos y toleraba mal que a su alrededor se tuviera miedo a asumir responsabilidades, de forma que se mostraba exigente e implacable mientras se rodeaba de gente que quería aceptar el reto de sobrevivirle trabajando para la fabbrica.

Enzo es ahora una amalgama de todos los Ferrari que lo han interpretado en películas o series de televisión, de todos los Ferrari que se han tratado de retratar desde artículos y biografías, pero sustancialmente fue un tipo que se hizo a sí mismo, que consideraba la competición como eje de su mundo. Que comenzó a fabricar deportivos de ensueño para sostener con sus ventas la actividad en pista.

Enzo fue piloto y aún nos queda por saber si habría sobrevivido a conducir para el otro Enzo Ferrari, Il Commendatore, el patrón duro cuya superficie ha quedado suavizada por el paso de los años. 

14 de agosto de 1988. Os leo.

1 comentario:

pocascanas dijo...

Recuerdo una frase suya que lo retrata: "Para un piloto, cada hijo significa medio segundo más por vuelta".