domingo, 20 de octubre de 2019

¿Podemos creer? [26-09-2019]


En unos días hará un mes que escribía para TercerEquipo esta pequeña reflexión sobre las claves de la supuesta dominación de Mercedes AMG en este campeonato que cerraremos a primeros de diciembre. No se había celebrado todavía ni el Gran Premio de Rusia ni el de Japón, dos pruebas más en las que Ferrari ahondaba en su empeño en regalar el título y Red Bull mostraba, otra vez más, que 2019 le está resultando demasiado largo. Pasen y lean...


Desde el estreno en 2014 de la etapa híbrida en Fórmula 1 hemos sufrido varios cambios importantes enfocados a reducir las distancias entre proveedores de unidades de potencia y, lógicamente, entre escuderías. Con éste hacen seis años enfrascados en la misma (o parecida) historia: Mercedes AMG delante y el resto por detrás, con el agravante de que a la hora de plantar cara a Brackley sólo ha enseñado las orejas Ferrari.

El paisaje se antoja desolador, lo asumo, pero no podemos abonarnos al fatalismo imperante y negar que La Scuderia haya podido alcanzar a su oponente, ya que ha tenido tiempo y oportunidades de sobra para hacerlo, precisamente porque la FIA y los equipos han habilitado espacios para intentar contrarrestar el poderío anglo-alemán. Entre comienzos de 2014 y finales de 2016 sí podemos aceptar un dominio insultante por parte de la estrella de tres puntas, pero a partir de 2017, en sentido estricto deberíamos estar mirando a otros lugares.

La estúpida política de tokens facilitó durante ese lapso de tiempo la prevalencia de la descomunal ventaja de Mercedes AMG. Había llegado al entorno híbrido con los deberes hechos y el bonus de contar con más equipos suministrados en la primera temporada de aplicación de las unidades de potencia, lo que suponía más terabytes de información útil por kilómetro recorrido y leguas y leguas de rodaje extra que, obviamente, iban a repercutir en la fiabilidad…

También es verdad que Brackley perdió por el camino durante esa fase el FRIC (Front and Rear Interconnected System) y todavía sufre las secuelas de la obligación de seguir a pie juntillas las recomendaciones del suministrador de compuestos, aplicada a partir del Gran Premio de Italia de 2015, etcétera, etcétera, etcétera. En marzo del año pasado, en esta misma sección de TercerEquipo, escribía algo muy similar a lo que estoy contando hoy y con vuestro permiso recuerdo de aquel texto este párrafo en concreto: «El último cambio de reglamento [2017] tenía como fin reducir aún más la ventaja de los coches plateados dando mayor importancia a la aerodinámica que a las unidades de potencia…» [Monkey Seat: El techo de cristal].

Y aquí quería llegar yo, porque lo que no podemos exigir a Mercedes AMG es que resuelva los problemas de sus contrincantes.

Red Bull, por ejemplo. Como quien dice acaba de salir de una mala relación con Renault que ha comprometido severamente sus últimos años de convivencia. Su actual apuesta por Honda parece firme pero todavía es joven. Estamos ante la primera temporada de actividad conjunta, segundo si contamos la experiencia de la japonesa junto a Toro Rosso, pero en todo caso, es obvio que resulta precipitado exigir a la austriaca que trate tan pronto de tú a tú a Brackley, básicamente porque las cosas no funcionan así en Fórmula 1.

El caso de Ferrari es distinto aunque, en el fondo, quizá no tanto. La normativa 2017 sentó bien a la macchina rossa. El SF70H era un magnífico monoplaza y Sergio Marchionne lo defiende cuando en la comida de Navidad se refiere a Vettel como ese jugador de fútbol que falla en los momentos más importantes, reforzando con ello las palabras que había vertido un año antes, en diciembre de 2016: «Vuole vincere con noi ma sia meno agitato…» Sea como fuere, Marchionne nos dejó el 25 de julio de 2018 y sería negligente por nuestra parte no contabilizar que su desaparición pudo originar convulsiones en el seno de La Scuderia que afectaron a la competición de esa sesión y posiblemente sigan afectándola.

Como decía antes, Mercedes AMG no tiene ninguna obligación de resolver los problemas internos de sus rivales. Le dejan campo abierto y, lógicamente, lo aprovecha aunque lo de su supuesto dominio incontestable, por manido, empiece a sonar a demasiado hueco.

¿Podemos creer? Llamadme ingenuo si queréis, pero yo diría que nuestro campeonato está resultando bastante veraz para lo que estamos acostumbrados. Brackley tiene contrincantes que podrían ponerla en aprietos, otra cosa es que quieran o sepan hacerlo cuando, al parecer, les resulta más rentable afirmar en público que se enfrentan a un extraterrestre…

Os leo.

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