miércoles, 9 de octubre de 2019

El sexto, pan comido


Es evidente que sobra palabrería en nuestra actual Fórmula 1 y, aunque muchos parecen haberlo olvidado, que el aficionado medio ha crecido lo suficiente en criterio como para que lleve mal que le tomen el pelo.

Vaya por delante que entiendo perfectamente que existe auténtica necesidad de mantener vivo el campeonato, incluso recurriendo a mieditos flanderianos y sandeces a cuál más grande. Pero Toto Wolff, por ejemplo, me tiene hasta las mismísimas avellanitas con sus pesadillas ferraristas y su insufrible ¡que viene el lobo! Es una opinión personal, desde luego, pero también sé que es compartida por muchos de vosotros...

En la época de dominio de Maranello —¡qué tiempos aquellos!—, desde Montezemolo a Todt, pasando lógicamente por Brawn y Schumacher, nadie osaba hurtarle al aficionado la cara amarga de la realidad. ¿La rossa parecía una apisonadora?, pues la rossa parecía una apisonadora. ¿No había rivales a la vista?, pues no había rivales a la vista y santas pascuas. Nadie perdía el sueño con Montoya o Button, o con McLaren, Williams o BAR, fundamentalmente porque si había que acabar con ellos se hacía en pista, que es donde la realidad queda en su punto comestible exacto: ni cruda ni muy hecha.

Si acaso, por poner algo de pimienta, se aludía a las complejidades del campeonato, a que era mejor ir viendo carrera a carrera o a que cualquier cosa podía pasar, que la verdad es que era así porque no había escapatorias como campos de futbol de grandes y la seguridad pasiva en los monoplazas y la activa en los circuitos, facilitarían que más de uno de nuestros integrantes de la parrilla manchara el calzoncillo en un descuido...

Hace poco explicaba en TercerEquipo que las distancias entre Mercedes y Ferrari se podían haber reducido considerablemente y que, bajo mi humilde punto de vista, no había razón para perder la fe [¿Podemos creer?], pero claro, no se había disputado el Gran Premio de Rusia ni La Scuderia le había vuelto a regalar otro doblete a Brackley. También es cierto que en el mismo artículo señalaba que la suerte de Mercedes AMG ha consistido en que sus oponentes estaban entretenidos en otras cosas: Red Bull resolviendo sus propios asuntos y la de Il Cavallino viendo si le queda sitio en los pies donde meterse un nuevo tiro.

Ahora bien, todo esto no supone óbice ni cortapisa para que la de las tres puntas tenga prácticamente en el bolsillo su sexto título consecutivo a falta de cinco pruebas. Ni mucho menos que Lewis Hamilton acaricie con la mano su sexto entorchado mundial, por más que Wolff insista en contarnos una de Hansel y Gretel.

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El año próximo tendrá que ser necesariamente mejor.

Hamilton podrá igualar el récord de Schumacher. Mercedes romper seguramente algún otro de constructores. Habrá que poner toda la carne en el asador, para qué esconder?

Con Leclerc y Verstappen en mejores monturas, habrá diversión.

Wojciech Roszkowski dijo...

Dobrze piszesz