Bueno, a lo mejor entendéis mejor que estemos echando el ratito con esta preciosidad de vehículo si os digo que en su diseño participaron dos jóvenes promesas llamadas John Barnard y Patrick Head.
Sostengo entre mis dedos el modelo a escala 1/43 de Bizarre (Ref. BZ145) que tomó la salida de las 24 Horas de Le Mans de 1973 con el dorsal número 61. Estaba integrado en la escudería privada D. Rouveyran y fue conducido por el propio Daniel Rouveyran junto a Christian Ethuin y Christian Mons. No llegaron demasiado lejos. A las cinco horas de carrera, la caja de cambios dijo basta con 38 giros a La Sarthe completados y allí mismo se acabó la historia.
Colecciono cochecitos desde hace muchísimo tiempo. Mi primera gran adquisición fue en los noventa del siglo pasado, un Audi Avus Quattro Concept plateado de la marca Revell que aún guardo porque es una preciosidad y porque su superficie metalizada me ayudó mucho en la recreación de brillos en mis dibujos al aerógrafo de entonces. Después de él llegaron otros, y, francamente, cada nueva maqueta que caía en mis manos suponía una oportunidad para indagar en la historia del vehículo en cuestión y de acumular datos e información que nunca he sabido muy bien si servían de algo o no, la verdad.
Y bien, mientras el tifón Hagibis pasa por encima de Japón y nos obliga a trasnochar, o a madrugar, como se prefiera —por seguridad, la clasificación para el Gran Premio de Japón se ha trasladado a las 3 de la madrugada, hora española—, me apetecía recordar este pequeño T280 que supuso la respuesta de Lola Cars al cambio de normativa previsto por la FIA para el Mundial de Resistencia de los primeros años de la década de los setenta del siglo XX.
Los grandiosos T70 ya habían dicho todo lo que tenían que decir a finales de los sesenta y los años del cambio de década, así que, como la cilindrada máxima se iba a reducir a 3.0 litros, Eric Broadley se embarcó a finales de 1971 en el diseño de un coche más versátil y barato con la idea del máximo aprovechamiento de sus soluciones mecánicas. Como decíamos antes, para alumbrar el T280 con motor Cosworth DFV 3.0L V8 (y el T290, que montaba propulsor de 2.0 litros) contó con la ayuda de Barnard y Head, que tenían entonces 25 años.
Anécdotas aparte, los Lola T280 y secuelas fueron vehículos bastante resultones que salpimentaron con su presencia las parrillas de aquellos años. Versátiles y asequibles, dos conceptos que a lo mejor deberíamos tener en cuenta a la hora de hablar de la supervivencia de nuestra Fórmula 1, por ejemplo.
Os leo.
Colecciono cochecitos desde hace muchísimo tiempo. Mi primera gran adquisición fue en los noventa del siglo pasado, un Audi Avus Quattro Concept plateado de la marca Revell que aún guardo porque es una preciosidad y porque su superficie metalizada me ayudó mucho en la recreación de brillos en mis dibujos al aerógrafo de entonces. Después de él llegaron otros, y, francamente, cada nueva maqueta que caía en mis manos suponía una oportunidad para indagar en la historia del vehículo en cuestión y de acumular datos e información que nunca he sabido muy bien si servían de algo o no, la verdad.
Y bien, mientras el tifón Hagibis pasa por encima de Japón y nos obliga a trasnochar, o a madrugar, como se prefiera —por seguridad, la clasificación para el Gran Premio de Japón se ha trasladado a las 3 de la madrugada, hora española—, me apetecía recordar este pequeño T280 que supuso la respuesta de Lola Cars al cambio de normativa previsto por la FIA para el Mundial de Resistencia de los primeros años de la década de los setenta del siglo XX.
Los grandiosos T70 ya habían dicho todo lo que tenían que decir a finales de los sesenta y los años del cambio de década, así que, como la cilindrada máxima se iba a reducir a 3.0 litros, Eric Broadley se embarcó a finales de 1971 en el diseño de un coche más versátil y barato con la idea del máximo aprovechamiento de sus soluciones mecánicas. Como decíamos antes, para alumbrar el T280 con motor Cosworth DFV 3.0L V8 (y el T290, que montaba propulsor de 2.0 litros) contó con la ayuda de Barnard y Head, que tenían entonces 25 años.
Anécdotas aparte, los Lola T280 y secuelas fueron vehículos bastante resultones que salpimentaron con su presencia las parrillas de aquellos años. Versátiles y asequibles, dos conceptos que a lo mejor deberíamos tener en cuenta a la hora de hablar de la supervivencia de nuestra Fórmula 1, por ejemplo.
Os leo.
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