domingo, 23 de febrero de 2020

Itala «Pechino-Parigi»


Con ocasión del centenario de la carrera Pekín-París (Peking-París, 1907), el productor de miniaturas Rio Automodelli lo celebró poniendo a la venta un modelo a escala del coche vencedor de la prueba, el Itala 35/45 hp 1907 (Tipo 55).

El automóvil en cuestión disponía de un motor de 14'8 litros y fue preparado para la ocasión en la fábrica Itala Fabbrica Automobili sobre la base del Grand Prix de 1905 y bajo la supervisión del ingeniero y diseñador que lo había creado, Mateo Ceirano, con el enfoque de hacer una máquina robusta que aguantara los... bueno, al arranque de la carrera nadie sabía cuánto podía durar aquello.

Lo cierto es que no había ruta predefinida entre la capital de China y la de Francia. Todo había surgido de un guante lanzado por el diario Le Matin con el fin de demostrar que quien disponía de un vehículo podía llegar a cualquier lugar del mundo, que fue recogido por tan sólo sinco participantes: dos De Dion-Bouton y un triciclo Contal Mototri galos, un Spyker de los Países Bajos y nuestro protagonista, italiano, de Turín.

Finalmente, la aventura transcurrió a lo largo de 14.994 kilómetros hasta completar 61 jornadas en las que, como podéis imaginar, hubo de todo. El Príncipe Scipione Borghese y su copiloto, el periodista Luigi Barzini, atravesaron desiertos y ríos, cauces secos, escarpadas laderas, trayectos más propios para el ganado, estepas, etcétera, y a pesar de que la prueba se disputó en verano, soportaron todo tipo de inclemencias meteorológicas y avatares diversos antes de llegar a París el 10 de agosto, obteniendo así el premio que consistía en una botella de champán —seguro que os suena esta tradición.


El chasis del 35/45 hp 1907 fue alargado por indicación de Ceirano. Se necesitaba espacio para albergar los depósitos de combustible, el contenedor de aceite, los abundantes neumáticos de repuesto en previsión de pinchazos, herramientas, ropa, el agua y los víveres esenciales, así como los aperos imprescindibles incluso para pasar alguna noche al raso o salir con bien de una zona de terreno especialmente complicada.

El área de los asientos también sufrió modificaciones. Las butacas se adelantaron ligeramente y se convirtieron en dos confortables y mullidos sillones que protegían parte de la espalda de los ocupantes. Así mismo, se fortaleció la transmisión al eje trasero y el propulsor perdió unos pocos caballos en aras de mejorar la fiabilidad.


En 1997 se rememoró la gesta y en ella participó un Itala restaurado, idéntico al que la firmó 90 años antes.

Os leo.

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