Como buen hijo del Imperio Austro-Húngaro, Alfred Neubauer apuraba la copa de sus propias contradicciones mostrándose en público más alemán que nadie. Trabajaba para la estrella de tres puntas en Stuttgart-Bad Cannstatt y el disfraz le valió en 1931 ser considerado útil para Mercedes-Benz después de su primera retirada oficial de las competiciones, solapada en la historia por la que tuvo lugar veinticuatro años después.
Oficialmente había sido así —nada que objetar, supongo—, pero las presiones de La Cancillería y la necesidad de seguir mostrando al mundo que Alemania no tenía rivales, llevó a la firma a mantener a Neubauer en nómina y a dispensar todo su apoyo al equipo de competición que no competía oficialmente, en el que estaba integrado Rudolf Caracciola, Caratsch (Karratsch), Rudi...
Aún faltan dos años para que el Gordo rete a Rudi a volver a los circuitos, pero sus caminos se han cruzado para no separarse jamás —Caracciola sufrirá en 1933 un aparatoso accidente en Mónaco, a los mandos de un Alfa Romeo 8C, del que saldrá malparado, con una cojera permanente que no le impedirá seguir corriendo, precisamente porque Neubauer se pone en su camino y le lanza un guante que él recoge—, y es que el checo ha sabido rodearse de pilotos que tienen el don de la antelación (Vorfreude), y quizás Caratsch es el mejor de todos en este ámbito tan poco alemán.
Caracciola se ha enfrentado al gigante de la Eifel desde 1927 y ha vencido en 1928 junto a Christian Werner, y lo habrá hecho de nuevo en 1931 antes de que Mercedes-Benz tome su extraña decisión de alejarse de los circuitos para seguir compitiendo en ellos...
El anciano dragón sumaba las cuerdas del Nordschleife y el Südschleife, ofreciendo un total de 28'3 kilómetros que no admitían ningún tipo de bromas. El Nürburgring de aquel entonces era ya un anillo infernal sin necesidad de que Jackie Stewart la santificara en 1968. Amén de retener la mayor parte de giros posibles, con sus respectivos puntos de frenada y aceleración a la salida, el conductor tenía que asumir los imprevistos, meteorológicos o del cariz que fueran, y aquí Rudi se había demostrado un ser sobrenatural.
Cuarenta y tantos años antes de que se dijera de Niki Lauda que era capaz de imaginar la siguiente curva mientras abordaba el giro que estaba pisando su vehículo, la pericia y capacidad de antelación al volante de Caracciola, lo convirtió en el primer Ringmeister, un trono que nadie le ha arrebatado todavía.
Cuarenta y tantos años antes de que se dijera de Niki Lauda que era capaz de imaginar la siguiente curva mientras abordaba el giro que estaba pisando su vehículo, la pericia y capacidad de antelación al volante de Caracciola, lo convirtió en el primer Ringmeister, un trono que nadie le ha arrebatado todavía.
1928, 1931, y luego 1932, 1937 y 1939. Cinco victorias de once posibles, una con Alfa Romeo (1932), el resto con Mercedes-Benz y bajo la autoridad de Alfred Neubauer, el alemán nacido en Nový Jičín, cuyo aparente talante germánico ocultaba una fe ciega en los hombres que hacían magia sobre la Tierra. Rudi el primero...
Os leo.
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