jueves, 27 de febrero de 2020

Bad boys


La corriente futbolera que domina nuestro cotarrito lleva tiempo inclinando la balanza hacia conceptos de corrección política deportiva (totalmente artificial), que suenan cada vez peor a los que peinamos canas y asumimos a muy temprana edad, que a un tío que se baja de un coche después de haberse jugado la vida a 200 y pico por hora, no le puedes exigir que sea razonable ni políticamente correcto.

Hombre, con Josep Pedrerol cantando en cuanto puede el ¡así si, así sí!, entiendo que nuestra chavalería se muestre convencida de que el respeto y las buenas formas dan décimas en pista. Respeto por el equipo ante todo, al patrón, que no falte, y al respetable, en fin, ya sabéis de lo que hablo. De forma que nuestros valores se depositan en la actualidad en actitudes que hace años nos habría llevado a muchos a proferir palabrotas. Ser chico malo ya no mola salvo que te llames Max y te apellides Verstappen, pero incluso el holandés habría aguantado poco en un mundillo que dirimía sus cuitas a mamporros o puteando literalmente al compañero, y con más razón al rival.

Comprendo que no venden bien ahora personajes como Keke Rosberg, quien después de una pole se fumaba su buen cigarrillo, ni mucho menos un Piquet sacudiendo a un Salazar. De Eddie Irvine conocemos de sobra en qué consistían sus gracietas en Jaguar, y con anterioridad, cómo encajó de bien que Schumacher no moviera un dedo por él en 1999.

Por increíble que parezca, estas costumbres se estilaban antes de que se encumbrara como el no va más el acto de encender el primero las luces del garaje y apagarlas el último. La Fórmula 1 era una forma de vida totalmente aparte, nutrida de chicos malos que lo último en que pensaban era en quedar enmarcados en las páginas rosas de los periódicos o en convertirse en ejemplos.

Debe andar por mis Grand Prix Internacional, pero recuerdo haber leído que René Arnoux, después de un pésimo Gran Premio de Francia, salió del circuito de tan mala gaita que llevó unos cientos de metros, agarrado a los parabrisas, al gendarme que le había dado el alto por saltarse un Stop...

En realidad da lo mismo si fue el gran René o era otro. Aquella fauna rebosaba gigantes. Gigantes que lloraban como niños cuando la guadaña se cobraba una víctima en la parrilla. Gigantes que no tenían miedo de pasarse las órdenes de equipo por el forro de los pantalones. Gigantes que jugaban a auténticos juegos psicológicos, no como los de ahora, diciéndole a quien llevaba el mismo auto que no se zumbaría a su mujer ni borracho de puro fea que era. Gigantes que abusaban del alcohol y el tabaco o le apuntaban a su superior que corriera su padre. Gigantes a los que buscaba Bernie en los hoteles de Monte Carlo porque la carrera iba a comenzar y aún no habían llegado al garaje.

A Alain Prost se lo quitaron de encima en Renault, se cuenta, por un lío de faldas que tuvo con la mujer de su jefe... Las princesas caían en sus brazos pero el francés no se libraba de que le dieran la pertinente patada en el culo, en La Régie y años más tarde en Ferrari, cuando soltó lo del camión.

Aquellos gigantes sólo tenían un enemigo natural: el cronómetro. Si eran realmente rápidos tenían media vida resuelta. No era tan complicado como en la actualidad, que además de vivir y jugarse la vida, tienen obligación de contentar a una horda de moñas dispuesta a afearles cualquier movimiento de cejas, porque sin el respetito de los cogieron son incapaces de conciliar el sueño.

Os leo.

2 comentarios:

Josemi dijo...

Si, las cosas han cambiado mucho. Estamos a un paso de que se "obligue" a los pilotos a ir a misa los domingos y luego salir a hacer obras pías.

Pero claro, el trabajo en si ha cambiado mucho. En aquella epoca la F1 era un deporte de tios rudos y peludos porque era un deporte extremo, un deporte de riesgo donde una parte muy importante era el "echarlo cojones", o mejor dicho, el equilibro entre ganar y matarse.

Recuerdo un libro que lei hace años de un antiguo campeón ingles de grandes cilindradas de motociclismo (os podéis imaginar q hablaba de una epoca muy lejana). En el libro, mas o menos quedaba claro que el no iba al 100%, el asumia que iba a ser superado por rivales "locos", pero tambien sabia que si iba al 100% toda la carrera, iba a caerse y matarse. Asi que sobre todo en ciertos sitios, el solo iba al 100% en momentos importantes.

Puede parecer que este tipo era un gallina, pero tenia que correr en sitios como el Tuurist Throphy, donde caía la gente como moscas (y sigue cayendo, mirad las noticias).

No he leído un libro similar sobre F1, pero pasa exactamente lo mismo. En la 1º época de Laura, confundirte en una curva y salirte de la pista significaba hospital o funeraria. Hoy se sale la gente por rutina, como ya sabemos.

No digo que los pilotos de hoy en día sean unos cobardes, pero podrían serlo. Ya no es necesario ser alguien con muchos rasgos temerarios. Ya no tiene sentido eso de decir que por casa hijo se pierde 0.1 segundo por vuelta. Ya no pasa eso de que los pilotos lo dejan cuando tienen 30 años, no por perder facultades si no por que les entra la sensatez. Y ojo, no digo que me parezca mal, pero no podemos esperar grandes locuras. El trabajo ahora es el contrario, lograr usar una racionalidad para lograr una eficiencia maxima.

Anónimo dijo...

Fantástica entrada, fantástico comentario.

Pensaba en que al próximo que le caiga mal que yo piense que la F1 se está infantilizando, le preguntaré qué coño necesitaban Lewis y Max a sus padres, tocando los huevos por todo el paddock.