martes, 1 de septiembre de 2020

Ni más ni menos


Valtteri es un incomprendido, eso es lo que pasa, y considero que su papelón en Mercedes AMG no es otra cosa que el reflejo de las pocas avellanitas que tiene Toto Wolff, ni más ni menos...

Sin recordar el descojono que provocaba Nico Rosberg incluso cuando se pasaba por la piedra al obrerón en 2014, hasta que el británico pidió refuerzos en Bélgica y al alemán le bajaron los humos y le cortaron las alas, Bottas es el tipo al que pidieron que renunciara a su victoria en el Gran Premio de Rusia de 2018 porque Toto sufría de sudores cada vez que pensaba en Ferrari, al que solicitaron que no apretara a Lewis en el Gran Premio de Alemania 2017 después del estrellato que se montó Sebastian, el mismo que afirmó que no entendía qué había pasado en su coche en el Gran Premio de México de esa misma temporada, y el ídem que en Azerbaiyán de ese año salvo el honor de Brackley porque le dejaron tocar el botoncito que le impidieron accionar el domingo pasado, en Spa-Francorchamps.

El de Nastola ha batido varias veces a Hamilton, pero es el piloto al que renuevan de poquito a poquito porque resulta imprescindible para el equipo (sic). Comete errores porque demasiadas veces su equipo deja que se bata el cobre donde el hexacampeón (pentacampeón entonces), naufragó en Hockenheim en 2019. Con un monoplaza tan crítico cualquiera se va contra las escolleras cuando no ocupa plazas nobles, pero es Valtteri y con él no caben paños tibios... ni siquiera cuando le aplican una estrategia que beneficia a Max Verstappen.

Preguntaba anteayer: «Lo de Toto Wolff sí que es de nota, ¿qué coño teme de Valtteri para impedirnos a los aficionados disfrutar de una pelea legítima entre los dos únicos tipos de la parrilla que están en disposición de ofrecerla?» [El W10 les viene grande], y desgraciadamente la respuesta se sirve sola, porque si el techo y el suelo de un vehículo se mide en términos del primer piloto y el segundo, la calidad del Team Manager se mide en similares parámetros, y aquí, hay que decir bien alto que Toto Wolff no tiene huevos para exponer a Lewis a los rigores de un Valtteri libre de bridas.

El asunto funciona, tampoco vamos a negarlo, pero Bottas es la medida de la mediocridad de su jefe, ni más ni menos.

Al austriaco suelen referirlo como racer los que no saben qué coño significa esa bendita palabra. Es un gerente —muy bueno en lo suyo, por demás—, pero como todos los de su calaña, miedoso y poco aventurero. A Wolff le gustan las habas contadas y le dan pavor los riesgos. Vivió a pie de trinchera lo de Nico Rosberg y por lo que suda realmente es porque Bottas no le haga un roto y un descosido a Hamilton, de forma que actúa en consecuencia como un padre castrante, y mientras transfiere su Hyde interno al de Tewin, hace que el finlandés interprete a su Dr. Jeckyll. En este sentido, Valtteri es el suelo de la personalidad de Wolff: la mediocridad que cobra bien y hace preguntas cuya respuesta se sabe de antemano. El coche va mal cuando debería ir bien. Corre ahora porque te lo permito. No atosigues a tu compañero pues lo importante es el equipo. Rinde tu victoria a un fin superior porque I am your father, o no toques ese coño botón porque hemos pensado que hoy no lo utilizamos...

Medir a Bottas es medir al marido de Susie, y lo ramplón es que ni uno ni otro saben desvincularse. Toto porque no entiende la vida sin los escalofríos que le produce la nevera de casa cuando está abierta, y el ex de Emilia, porque todos tenemos un precio, sobre todo cuando existe un plan alternativo que no debes tocar salvo que te lo ordenen, porque hacer lo contrario supondría ser mal chaval, como lo fue Nico en 2016.

Ni más ni menos. Os leo.

2 comentarios:

pocascanas dijo...

Un aplauso, a esta entrada.

Saludos desde el Coño Sur

Tadeo dijo...

Muy bueno

Saludos