viernes, 4 de septiembre de 2020

El último mohicano


No nos lee nadie, pero si alguien lo hiciera, le rogaría que transmitiera a los que mencionan a Fernando con la puntita, que ya nos conocemos ese juego. Pones «Alonso» en un titular y tienes media jornada hecha, le criticas en el artículo por parecer equidistante ante los lectores en algo que no te merecería media línea si fuese otro el protagonista, y ya has echado el día...

El martes me crucé en Facebook con alguien que me recriminó, en uno de los muchos grupos en los que ando metido, mi nula sensibilidad por recomendar la porrusalda con costilla de cerdo frente a la de bacalao o la de toda la vida, sin sacramentos, vaya. Existía cierta razón de fondo y lo dejé correr porque, desgraciadamente, he vivido muchas situaciones parecidas en redes sociales, pero como insistía en darme lecciones que no le había pedido empuñé la ropera con la diestra y agarré firme la vizcaína con la siniestra, hasta que bajé los hierros recordando lo que antaño me decía Concha: «quien nace barrigón, de más está que lo fajen.»

Con un tonto no vas a ningún sitio y hay que saber parar por no hacer sangre innecesaria. No conduzco desde 1997. Cuando necesito trasladarme lo hago siempre en transporte colectivo, y si consideramos ir en barco los cortos trayectos en el gasolino para pasar de Las Arenas a Portugalete, pues sí, he sido mucho de barco, pero, a cambio, jamás he montado en un avión.

Por estas cosas y muchas otras que no vienen al caso, considero que mi huella ecológica tiene el tamaño de Libertad, la de Mafalda, y en el peor de los escenarios me permitiría hartarme de filetes hasta el fin de mis días, cosa que, gracias a Dios, no sucede porque procuro ser consecuente y en casa hemos reducido la ingesta de proteínas animales a mínimos, en la porrusalda del demonio, por ejemplo. No, no satisfago a los estiraditos ni falta que me hace. Ellos van a su bola y, lógicamente, yo voy a la mía porque hay debates que ni merece la pena entablar.

No me distraigo, disculpadme. De Alonso conocemos lo que nos deja ver y poquito más. El resto consiste en un refrito pegajoso de bulos, lugares comunes y prejuicios, y esto es lo que lleva a muchos a hablar de él pero sólo con la puntita, por darse el pisto, ganar seguidores o clics y visitas, no más. Eso sí, hay opiniones que van a fuego con el asturiano, que siempre merece la pena tener en cuenta porque, con suerte, nos permiten conocer aspectos de la personalidad del de Oviedo que nos habían pasado por alto.

Por fortuna, y desde hace muchísimo tiempo, tengo compuesta una imagen del Nano bastante poliédrica y natural: «Fernando es de carne y hueso, tiene días buenos y malos, y le pasan cosas chungas y hermosas que afectan a su trabajo, como le ocurre al resto de seres humanos» [Orroe, por Martín Herzog], y, de suyo, llevo mejor las críticas frontales sobre su persona que las otras, aquellas que juegan a que se mojan los pies y las pantorrillas, pero al estilo Hamilton: sin acercarse al charco.

Os leo.

2 comentarios:

karatecla dijo...

Ooooh, puyita al que se mete al pit y no le avisan de que está cerrado.

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

¡Puyita dices! XDDDD

Anda, cuando tengas un rato léete las entradas que he dedicado al postureo de Lewis ;)

Jose