viernes, 18 de septiembre de 2020

Cuentos de La Rascasse

 

Es tan elevado el nivel de bocachancleo de mi Felipe (Massa) que cualquiera sabe qué sucedió realmente en la clasificación para el Gran Premio de Mónaco 2006, o eso se dice en los mentideros y corralas de internet. Cuando el paulista habla de otros pilotos y otros estrategas merece más crédito, desde luego, pero su chascarrillo sobre Michael Schumacher y Ross Brawn está pasando sin pena ni gloria porque hablar ahora del Kaiser supone una grave falta de respeto y Ross no merece que le empañen el curriculum, a fin y a cuentas, el británico ha llegado muchísimo más alto que lo que ha soñado jamás el brasileño.

Pero tendría gracia que a pesar del edulcoramiento de la hazaña propuesta por el Director Técnico de Ferrari y llevada a cabo por el astro alemán, Massa llevara razón en que Maranello buscaba una bandera amarilla y Schumacher la consiguió en La Rascasse aunque le costó cara porque la FIA les pilló con las manos en la masa, válganos el inevitable juego de palabras.

De haber sido Flavio Briatore uno de los protagonistas nuestra óptica sobre el suceso también sería muy diferente, para qué vamos a engañarnos. La prensa anglosajona y sus mamporreros de aquí y allá le tienen bien cogido el sentido a la truffa italiana, pero se ve que, a pesar del transcurso de los años, no pillan el cheating isleño ni el «me cagüen todo» alemán [Malos y buenos].

Sea como fuere, bien está que en, el mejor de los casos, mi Felipe nos recuerde de qué hebras está hecho nuestro deporte, aunque sea pergeñando un relato corto que tuvo como escenario Montecarlo el sábado 27 de mayo de 2006.

Os leo.

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