sábado, 12 de septiembre de 2020

Gigantes y cabezudos


Me sigue intrigando por qué supone una falta de respeto hacer leña del Vettel caído, ya que supuestamente Ferrari le da al alemán una tartana, mientras que la peña se columpia con Bottas porque, supuestamente también, debería arrinconar a Hamilton en vez de conformarse con ser un segundón de caca...

El de Nastola ha visto hoy truncada la posibilidad de hacer un buen tiempo porque Esteban Ocon se ha ido al prado y el sector 1 de Mugello ha quedado marcado por la presencia de banderas amarillas. Pero da igual, su coche es idéndico al de Lewis aunque en Spa-Francorchamps no pudo usar cierto mapa motor ya que Brackley no lo consideró pertinente, en Monza se quejó el finlandés de que su mapeo era una mierda, y a saber qué le dispensará mañana la sabiduría del muro germano-británico en la Toscana.

Valtteri no juega con las mismas armas que su compañero de equipo y esto es de perogrullo. Es el segundo piloto de la estrella, no está ahí para incomodarlo. Su función no es esa, consiste en no alcanzar a Max Verstappen para que Toto deje de sufrir de sudores y la Fórmula 1 no se resienta, en levantar el pie por no inquietar al fenómeno, o en ceder victorias para mayor gloria del arrasador de récords, y, sobre todo, para aguantar la bobada del respetito debido a Vettel mientras que él soporta un nuevo chaparrón porque Ocon le ha jodido la vuelta buena.

Admiro, y lo digo en serio, a quienes son capaces de mantener ambos discursos sin que se les caiga la cara de vergüenza. Checo nos ha brindado un clave para enteder todo esto: «Es muy motivante estar adelante con el paquete viejo.» Aceptable o no, así se escribe nuestra actual Fórmula 1. Si hace años el principal enemigo de un piloto estaba al otro lado del garaje, hoy basta maniatarlo y envolverlo en celofán para que no moleste y las cifras y los números nos cuenten la verdad que interesa.

Os leo.

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