A estas alturas de la película voy muy salido de cuentas y acepto como animal de compañía que quizá no sean horas, pero el año pasado, y el anterior, el televisor vibraba con la presencia de un lobo devorando kilómetros y segundos a sus rivales, y a fecha tal que Le Mans 2020, Tomás y Javier, así como sus invitados y colaboradores, se limitan a rellenar con voz una carrera que adolece de falta de protagonistas de primera línea.
Está bien la narración de un evento en el tono más neutro posible —la equidistancia y tal, que ya sabemos—, pero no jodamos con que atrae lo mismo narrar las evoluciones en pista de una reala que tener sobre el asfalto de La Sarthe a un tipo que realmente va a por todas, que clava tiempos vuelta a vuelta, que recorta en cada giro como un endemoniado.
Nuestro deporte es puritito espectáculo, no más, y hay quien lo proporciona donde cabe mostrarlo y quien cede la faena a los comentaristas y la realización; pero coincideremos —eso espero—, en que incluso el dominio de la japonesa resultaba infinitamente más sabroso cuando en su #8 se percibía auténtico hambre al volante.
Sin pretensión alguna de molestar. Os leo.
1 comentario:
A mí lo que me pone de los nervios es que el comentarista finja una emoción desbordada cuando en pista no la hay.
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