miércoles, 2 de septiembre de 2020

La chimenea esa


Contaban de no recuerdo quién, que cada vez que terminaba un libro lo quemaba para paladear su memoria y no caer en la tentación de volver a visitar sus páginas. Tenía chimenea, claro está, algo que sin duda facilitaba las cosas, porque a ver cómo hacemos los vulgares mortales que no tenemos chimenea para evitar amontonarlos en una biblioteca y que terminen acumulando polvo...

Cuando abandonamos Rekalde para venirnos a Gorliz, llené tres cajas de libros leídos y bien leídos y se las entregué a Mirentxu para que viera qué podía hacer con ellos en su biblioteca de barrio. Me gusta leer y compartir lo leído, es una manía como cualquier otra, pero es la mía y le tengo cariño, seguramente porque carezco de chimenea. Con Elías mantengo una estrecha relación personal y bibliográfica. Me deja libros y yo se los dejo a él, y luego compartimos las experiencias lectoras sin necesidad de volver a abrir los volúmenes, que en cierto modo es una forma de quemarlos para retener su memoria y evitar la tentación esa.

A Ayrton Senna lo estamos sobando por encima de nuestras posibilidades —es a lo que iba—, que mira que no le hemos visitado como para que venga ahora Netflix anunciando que se promete en el horizonte una serie de ocho capítulos sobre el astro brasileño, en la que se va a hacer especial énfasis en su personalidad y relaciones personales, lo que viene a ser como si lo despiezáramos intentado descubrir en los menudillos un Senna que no era el Senna que vimos, mucho menos el que disfrutamos, porque el Senna real no estaba fuera de la pista sino dentro, sentado en el cockpit, al volante con el casco y los guantes puestos, dispuesto a conversar con el Altísimo cuando le venía en gana.

Soy de Alain y que no me toquen al galo feuchón, pero echando la vista atrás reconozco que le he dedicado mejores entradas a Ayrton [El éxtasis] porque de Prost prefiero su aura esquiva, los recuerdos, las atmósferas, retenerlo entre los dedos como quien guarda su primer beso en los labios. Netflix no hará nunca una serie de ocho capítulos sobre el segundo mejor piloto de todos los tiempos porque el de Saint-Chemond no admite exploraciones alternativas ni redundancias. Lo dejó todo sobre el asfalto, ahí mismo escribió su historia de puño y letra, y, seguramente, con aromas de Estefanía. Y vivió para contarlo, algo que la plebe no perdona en sus héroes.

Senna también se dejó las entrañas en pista, incluso llegando hasta las últimas consecuencias, pero, desgraciadamente, su estela quedó expuesta a quienes la historia real nunca les colma lo suficiente y, en consecuencia, y a falta de chimenea, insisten en reescribirla sumando matices que no aportan nada, o, en el peor de los casos, desdibujan la figura que pretenden enaltecer.

Hubo un Ayrton Senna, y como los libros del párrafo inicial, considero que nos haríamos un enorme favor si lo quemáramos para retener su memoria y disfrutar de ella, evitando así convertirlo en un ser embadurnado de melaza que dista dos o tres universos de aquel brasileño que se sentaba en un monoplaza y trataba de tú a tú al mismísimo Dios.

Os leo.

2 comentarios:

pocascanas dijo...

Las ganas solían entrarle entre Eau Rouge y Raidillon.

Qué épocas.

Anónimo dijo...

Hola. Pensé lo mismo que tu, claro sin el ejemplo de la chimenea y los libros, pero si me dije.. otro documental mas? no es ya suficiente?, espero no sea algo que traiga polémica de la mala, y que todo sea en buen tributo a Senna.. yo si soy de Senna el que hablaba con dios en Mónaco y Bélgica, y por tal motivo no quisiera que le hicieran algo feo a su imagen que como tu dices ya la escribió sobre el asfalto.

Carlos Ollarves
Carora - Venezuela